domingo, 30 de enero de 2011

Love in "the" Dark Side♥


Capitulo uno de mi primera novela, espero les guste!! ^^ Karu-chan♥

Love in the Dark Side

Cap. 1

- Perfecto.- dije, tirándome a la cama de un salto.

Estaba cansada, había estado toda la tarde ordenando mis maletas para mudarme al maldito internado de acaudalados, el instituto Dark Side. Donde mis padres habían decidido mandarme luego de empezar sus trámites de divorcio.

Según mis papás era mejor para mí estar lejos de todo ese papeleo, pero por más que trataran de ocultarlo sabía muy bien la razón de aquella simple idea.

Muy bien se podría decir que me complementaba perfectamente con mis padres, era la hija perfecta para ellos, con la excepción de que por nuestras venas no corría la misma sangre. Si, no era hija legítima de los Greepz, pero eso no impedía que ellos me trataran como una.

Desde pequeña estuve enterada de mi situación, aunque sabía que ellos me amaban – y yo a ellos, obviamente.- trataba de sobresalir en todo para ser la hija “ideal” hasta que extraños sucesos en medio de mi pubertad cambiaron mi vida, y mis posibles objetivos.

Nunca fui popular, ni aunque fuera sobresaliente, y sacara los mejores puntajes en los exámenes, claro que tenía amigos, o tal vez sería más adecuado llamarlos conocidos, las amistades comprometían aspectos que estos no cumplían ni por casualidad. Lo admito, puedo resultar un poco antisocial, pero así es cómo me sentía diariamente, cada día de mi vida. La palabra soledad podía percibirse enmarcada en mi alma, sin embargo no era algo alarmante para mí, ya que concientemente ha sido provocada por mí. Se que suena algo radicalmente estúpido, o sin sentido, pero si ellos tuvieran la menor idea de cómo es estar en mis zapatos, lo más probable es que se aislarían de los demás tanto como yo de ellos.

Si se preguntan que es lo tan terrible de ser yo, podría ser difícil de explicar, hasta el punto de no saber quien soy.

Se podría decir que mis capacidades van más allá de lo normal, y no lo digo en un término intelectual. No, tampoco veo gente muerta, ni leo mentes, ni mucho menos hablo con animales. Solo que me resulta fácil saber “cosas” que para el resto sería imposible de apreciar. Mis capacidades no son tan asombrosas, ni siquiera admirables, por lo que he guardado el secreto para no dañar nadie, y placenteramente ha dado resultado. Saber cuando la muerte se aproxima, y no poder hacer nada para impedirlo es frustrante, no es que sepa cuando va a suceder ni nada parecido, pero el aire me lo advierte -no tengo súper olfato- solo lo sé. Y aunque trataba de evitar ese tipo de situaciones, acababa siempre en ellas. Mis padres ya habían empezado a sospechar al respecto, por lo que decidieron que la mejor solución era mandarme de visita donde la abuela Ana en el campo, por lo menos hasta que la situación se calmara.

Al ver que la situación se complicaba aún más, debido a la muerte de varios de los animales que rondaban por el lugar, aunque debo decir que todas sus muertes fueron naturales, ni la mínima sospecha de la intervención del hombre, ni de mis extraños dones - si es que se le pueden llamar así-, Volví a la ciudad con mis padres, y con ellos, dos de sus semanas recreativas en las que resulté como testigo de dos accidentes automovilísticos, donde los daños no fueron menores, y en el cual los muertos no hicieron más que aumentar el odio a mi misma. Y para terminar la última semana “recreativa” mis padres me llevaron al psicólogo para tratar de sanar los innumerables traumas que posiblemente tenía. Y debo decir que fue la peor idea que se les ocurrió.

Cuando la sesión terminó sin ningún alentador resultado bajé al recibidor del edificio para encontrarme con mis padres, no sin antes esperar varios minutos el ascensor, -lo que me hartó bastante- por lo que decidí ser la excepción y bajar por las escaleras, que no resultaron ser tan agotadoras como pensé que serían.

Al llegar al recibidor inmediatamente percibí la presencia de la muerte, instintivamente me volví hacía el ascensor que aún no llegaba al primer piso, corrí escaleras abajo tratando de llegar al elevador para impedir que la gente ascendiera a él. Pero mis piernas no ayudaron mucho, caí escaleras abajo, mi tobillo se torció, y me golpeé la nariz produciendo súbitamente una tremenda hemorragia nasal. Lo único que alcancé a hacer fue llamar la atención de todos, pero eso no sirvió para evitar el terrible accidente que se produjo minutos más tarde. El ascensor cayó del primer piso al subterráneo que se encontraba dos pisos más abajo, aunque las muertes no excedieron de dos personas -siendo que en el ascensor había más de seis.- La desgracia llenó mis pensamientos, y las lágrimas atestaron mis ojos de una manera que ya conocía muy bien; la rabia y el horror.

Y ahora estaba aquí tirada tratando de asimilar toda mi vida en un lapso de segundos interminables.

Me levanté, y miré a mi alrededor buscando algo que pudiese haber olvidado, pero eso ya me lo había preguntado antes, por lo que resolví escuchar un poco de música antes de dormir, para relajarme aunque fuese solo un momento.

A la mañana siguiente ya estaba de camino a mi nuevo infierno, Dark side.

Mientras iba en el tren noté cómo cambiaba el clima, todo en Hegreland era soleado, en cambio e Soul Fallen era una de esas ciudades que traía depresión a los jóvenes por ser tan triste, lluviosa, y sobre todo tan alejada de la luz. Una ciudad digna para un Gótico o un Emo, y yo definitivamente no era uno de ellos, más bien era una chica normal, mi ropa era adecuada, mi pelo no tenía un peinado extrovertido, para nada, en realidad era oscuro, largo hasta la cintura, y nunca había sido tocado por manos de expertos, y tampoco era que lo necesitara. Lo único raro en mi cuerpo eran mis ojos, ni mis padres sabían cómo describirlos, según mi opinión eran anaranjados, pero según mi madre eran dorados.

El auto que se encontraba afuera de la estación me llevó a mi nuevo hogar. El camino no parecía tan largo, pero ridículamente su vegetación lo hacía ver interminable, las ramas de los árboles se extendían metros arriba de los postes eléctricos haciendo del viaje algo más intrigante. Decidí no maravillarme tanto con esa extraña atmósfera, y bajar la vista para seguir consiente de la situación, nada me convencería más que la realidad para darme cuenta de que esto no era algo de lo qué sorprenderse, ni emocionarse, si no más bien de algo para sentirse olvidada.

El internado de Dark side me hacía recordar los antiguos castillos medievales a los que tanto le temía cuando veía los documentales del Discovery Channel, en los que se hacían apariciones de los antiguos dueños, y de las cientos de víctimas que habían muerto en él. Sus viejas murallas de ladrillo, sus elegantes, pero, umbrosos ventanales de cristal, las imperecederas enredaderas que lo cubrían, en fin… Todo en él me era peculiarmente escalofriante.

La señora Dolores, la encargada de recibir a los alumnos nuevos me acogió en el vestíbulo del enorme castillo y me llevó hasta mi habitación ascendiendo por las distinguidas escaleras de madera lustrada, otorgándome una pequeña charla de las actividades del colegio, y sus logros académicos.

Mi habitación era más grande de lo que había pensado, y con un enorme ventanal que daba al patio trasero del establecimiento -y al enorme bosque que se encontraba detrás de él-. La habitación era lila, con pequeños detalles en las puertas que eran extremadamente blancas, había repisas, un baño, y camas. Era perfecto.

¡¡Esperen!! ¿Dos camas?

v disculpe, ¿por qué hay dos camas?- pregunté nerviosa.

v Señorita Greepz, pensé que estaba al tanto de que las piezas son compartidas. De todas formas esto no debería suponerle ningún problema, ya que la señorita Luna, su nueva compañera, es una muy buena alumna igual que usted, además...

Mi mente voló pidiendo rápidamente excusas mientras la señora Dolores seguía con su discurso de moralidad y comodidad en el compartir cuartos.

Pero no se me ocurría ninguna bastante buena, además de ser muy mala para mentir. Perfectamente podría inventar la excusa de que era sonámbula, pero temí que lo confirmara en mi registro medico, o peor... con mis padres.

Antes de poder dar una excusa bastante creíble como para que de una vez por todas me dejara alejada de todos, se abrió la puerta, y una chica de melena rubia entró en la habitación.

v Ah, justo a tiempo señorita Delongre, esta es su nueva compañera, la señorita Charlotte Greepz.- mi nueva compañera dio un paso al frente hacía mí, y me miró de pies a cabeza con notoria insatisfacción.- y ella es Luna Delongre, excelente alumna, y sobre todo, miembro de nuestro admirable consejo de alumnos.-

v Un placer, espero ser de ayuda si necesitas saber algo, o estas confundida, con respecto a los estudios por supuesto.- dijo Luna con una radiante sonrisa.

Expresión que no me impresionó tanto como lo hizo con la señora Dolores, quien parecía alucinar con tanta belleza y carisma. Pero a mi no me engañaba, siempre fui lo bastante perceptiva como para darme cuenta de lo que pensaban o querían los demás, – se podría decir que era otro de mis “dones”.- cosa que aquí me quedaba claro que ella solo lo hacía para agradarle a los demás, y no específicamente a mí.

v Claro, me serías de mucha ayuda, estoy llena de curiosidad en este mismo momento.

Inminentemente una chispa de incredulidad cubrió sus ojos, una mala señal para otros, pero para mí no era problema, ya tenía suficientes como para cargarme con uno más.

v Bueno, creo que las dejo solas para que conversen, y aclares sus dudas, Luna.

v Gracias por su ayuda señorita Dolores.- Exclamé.

La mujer sonrió con jubilo, parecía complacida al pensar que todavía parecía joven, tan solo por el hecho de llamarla así, sin siquiera darse cuenta que lo había hecho intencionalmente. Perfecto.

v Solo para que sepas, no tengo tiempo para tus preguntas.- dijo Luna con tono indiferente en cuanto se cerró la puerta.- solo te aclararé algo importante; por ningún motivo toques mis cosas.

v No te preocupes por mí, no pienso quedarme por mucho tiempo aquí.- dije imitando su tono, y volteándome hacía mis maletas.- pienso mudarme de habitación este mismo día.

v “Gracias a Dios” entendiste el mensaje.- dijo ella con un tono sarcástico al principio de la oración.

v Que sepas que esto no lo hago por ti.- indiqué malhumorada, sin mirarla.

v Y entonces ¿por quién?- Luna volvía a ser sarcástica, se movió ligeramente hacía mí, reclamando mi atención.- que yo sepa, no soy algo de lo que huir, al contrario, debería de agradarte la idea, incluso desear ser mi amiga. Te lo repito, no debería resultar algo extraño, o de rehuir, ¿no?

v Pero yo sí. De todas formas deberías dejar de hacer preguntas, en vez de eso deberías alegrarte de que nadie monopolizará tu espacio.- Luna eludió mi comentario. Mi respuesta le había causado curiosidad, una que reconocía muy bien, y que no estaba dispuesta a satisfacer.- será mejor que vaya ahora mismo a hablar con la coordinadora antes de que empiecen las clases y me sea imposible cambiar.

Luna agarró mi brazo con una fuerza que nunca hubiese creído que fuera de una sola persona, menos de una adolescente tan menuda como ella.

v ¿A qué te refieres cuando dices que tú si eres peligrosa?- Luna todavía estaba intrigada, y no era para menos. Talvez ahora se estaba preguntado si era yo capaz de ser una psicópata.

v No he matado, ni herido a nadie, si es lo que estas pensando.- dije precipitadamente para aclarar su mente.

v ¿Entonces? ¿podrías explicarte?- exigió Luna con tono autoritario y la mirada fija.

v No es de tu incumbencia, no es como si te fuera a hacer daño.- murmuré aclarándome la garganta.

v No es que me hubieras dado miedo, solo tengo curiosidad.- aclaró Luna soltando mi brazo bruscamente.

v Eso esta claro.- dije acariciándome el brazo que de tanta fuerza había quedado rojo, -seguro que me saldrá un cardenal-, ¡que irritante!- será mejor que me valla.

Salí furiosa de la habitación, pero antes di un estremecedor portazo.

-A ver qué hace Luna con eso.- pensé.

Estaba tan enrabiada, estuve a punto de decírselo todo a Luna, si ella no hubiese cedido lo más probable es que a estas alturas ella estuviese enterada de todo.

Recorrí el pasillo hasta llegar a las escaleras, las que bajé cuidadosamente para no caer como lo había echo la última vez. El eco de mis pasos me hacía mirar atrás para cerciorarme de que no hubiese ningún espíritu rondando por la zona. El lugar se me hacía cada vez más tétrico, y el clima que hacía afuera no ayudaba en nada. Llegué hasta el escaparate donde le pedí ayuda a la secretaría que se encontraba ahí, ella me indicó el pasillo que me llevaba hasta la oficina de la coordinadora, le agradecí y seguí mi camino con más prevención que nunca.

El pasillo estaba lleno de pinturas antiquísimas, que parecían ser de la época del renacimiento. Llegue hasta la antepenúltima puerta que tenía un letrero que decía claramente “Coordinación” bajé la vista hacía la manilla de la puerta, pensé entrar sin anunciarme, pero mis modales me retuvieron en mi lugar, y mi mano involuntariamente golpeteó sobre la madera barnizada.

v Adelante.- chilló una voz en el interior, definitivamente poco atractiva.

Asomé la cabeza. La oficina era bastante acogedora. Fijé mí vista en la señora que atendía que era “solo un poco maciza”, pero que al parecer era bastante elegante como para ser una simple coordinadora de escuela.

v pasa, tú debes ser la nueva estudiante, ¿me equivoco?- preguntó al ver mi vacilación.

No estaba acostumbrada a que me reconocieran, menos como la nueva, pero como había entrado en una fecha tan poco frecuente -al inicio del segundo trimestre-, todos me reconocerían, ya estaba claro...

v si, permiso.- me senté enfrente de la coordinadora, esperando que me preguntara sobre mi visita.

v Y ¿qué te trae por acá?...Charlotte.- preguntó mirando la lista de alumnos que se encontraba a su lado.

v Siento interrumpirla, pero debo pedirle que por favor me asigne una nueva habitación, si no fuera mucho problema.- agregué al notar el tono autoritario de mi voz.

v ¡Oh! Querida, ¿es que acaso no te llevas bien con tu compañera... la señorita Luna?- preguntó nuevamente confirmando la lista de su costado.- porque si es por eso, creo que tu decisión es muy precipitada.

v No, no es eso... ella no es el problema.- expliqué tratando de aclarar mis ideas.

v De todas formas, sea cual sea el problema, no hay más habitaciones disponibles, tuviste suerte en que hubiese cupo, talvez el próximo año, cuando los alumnos de cuarto se gradúen...-

Fantástico, recorrí todo ese largo tramo para nada, y ahora nuevamente tendría que hacerlo, y lo más probable es que Luna estuviese al tanto de todo eso, y para fastidiarme no me había querido contar.

v En ese caso, el próximo año.- concreté levantándome rápidamente, sujetando el borde de la silla para darme mayor impulso. Me volví nuevamente hacía la coordinadora antes de salir.- Gracias de todos modos.

v De nada hija, vuelve cuando tengas alguna duda, para eso estoy.

v Gracias.- indiqué reiteradamente asintiendo con la cabeza.

Salí de la oficina echando chispas, en cuanto tuve conciencia de que estaba sola en el pasillo, pisoteé el piso de mala gana, como una niña pequeña haciendo berrinche. Anduve a zancadas por el pasillo, hasta llegar al recibidor. Había decidido no volver al cuarto, no quería que Luna se riera en mi cara de algo que ella obviamente ya sabía.

Según la señora Dolores las clases comenzaban en dos días así que no debía de preocuparme por una avalancha de alumnos en los pasillos. Tomé el pasillo poniente y comencé a inspeccionar las salas, solo pude verlas por fuera ya que estas estaban cerradas con pestilla. Todas estaban bastante ordenadas, y todos los pupitres eran de a dos, lo que me advertía que lo más probable era que ya todos tuviesen pareja, y que era irremediable quedar excluida en casi todas las clases, cosa que aparentemente no me causaba angustia, para nada, estaba de lo más complacida, no hacer amigos era mi tercer don, y con el único que no tenía problemas.

Antes de poder llegar al final del pasillo, topé con algo duro que dio justo en mi nariz, aturdida me enderecé inmediatamente para ver que era lo que me había dado en la cara, dudaba que fuera una muralla, no olía nada parecido al concreto.

En vez de una muralla había un chico que salía de lo normal, y era muy probable que tuviera mi edad. Su pelo era desordenado e igual de oscuro que el mío, sus ojos eran tan azules como el cielo, -no es que aquí tuviera ese tono, pero se parecía mucho al que había en mí otra ciudad.- y su piel parecía tan pálida como el marfil.

Éste se detuvo y me miró amenazadoramente, impúdicamente sus ojos penetraron los míos infundiéndoles temor. Pude advertir que mi piel se había puesto más pálida de lo que era, y que mis ojos dudaban el seguir contemplando tal belleza.

v Fíjate por donde caminas.- reclamó, con su áspero tono de voz.

v Lo siento.- me disculpé amablemente.

ÉL solo me miró con desprecio, y se plantó en el lugar considerando esperar a que desapareciera.

En ese mismo instante mi cerebro se aclaró, y mi miedo se tornó en incredulidad, furia y sobre todo en odio.

Le pedí a mi mente que se tranquilizara, lo que le costó bastante, pero que al fin pude hacer. Me corrí rápidamente del idiota ese, y caminé lo más normal que pude mientras veía su reflejo en la ventana que estaba al final del corredor, su vista todavía estaba puesta en mí, actitud que llegó incluso a incomodarme un poco.

Después de pasar por todo ese trastorno llegué al final del pasillo, donde había una portilla que conducía a un hermoso jardín, pero nada fuera de lo natural, porque absurdamente todo estaba lleno de verde en esta ciudad, y este lugar no era la excepción. Salí y respiré el húmedo aire antes de seguir adelante, todavía estaba un poco tiritona por mi encuentro con ese descortés chico guapo que tenía una personalidad del demonio, seguro que así nunca conseguiría una novia.

Entrecerré mis ojos en busca de algo para poder sentarme en ese agradable sitio, pero los árboles se veían tan grandes que daba miedo hasta acercárseles. Seguí buscando por el lugar, hasta que encontré otro túnel, aquel que me llevó al patio del internado, el que se alcanzaba a ver por la ventana de mi habitación. Esa cavilación me trajo nuevamente a Luna, esa noche me tendría que permitir si o sí en la pieza, ni que piense que por miedo me la pasaré en el pasillo, y tampoco es que se pudiese.

Un soplo de aire frío en la espalda me hizo estremecer, miré el cielo en busca de nubes que pudieran traer estragos, pero lo único que encontré fue un cielo nublado, sin ningún rastro de lluvia, al menos no por unas horas. Abracé mi cuerpo, y avancé por el fresco campus para sentarme en una de las tantas bancas del cercado.

Por mera costumbre elegí una banca que se encontraba lo bastante alejada de la multitud, en este caso de un grupo de chicos que parecían bastante felices de volver a encontrarse después del receso del primer trimestre. Al pasar al lado de ellos, se voltearon para mirarme, pero no me molesté en dirigirles ni una mirada, tampoco es como si fuera tan interesante conocer a la chica nueva.

Me senté en la banca que crujió en cuanto me dejé caer en ella, de seguro era tan antigua como todo en este funesto castillo.

Mi mente se despejó por un momento, me preguntaba cómo estarían mis padres, sé que en el último tiempo no habíamos hablado mucho, pero sabía que eso no significaba que ellos ya no me amasen, es más, los dos por separado me reclamaron que les diera noticias en cuanto me instalara en el instituto, pero no pensaba volver a la habitación a buscar mi celular, no quería ver la cara de burla de mi nueva compañera, por lo menos hasta que me obligaran a entrar a la habitación -porque el toque de queda era a las diez treinta de la noche-, hasta entonces Luna no sabría nada de mí.

Estiré mis brazos, y eché mi cabeza hacía atrás. Instintivamente me volví a la posición de ofensiva, algo había tocado mi cara, algo tan frío que hasta quemaba mi piel, miré hacía atrás para buscar al culpable, y ahí estaba, con una lata de refresco, sonriendo de lo más alegre.

v ¿qué haces aquí?- pregunté en tono desconsiderado.

v Solo quería pedir disculpas por la forma en que te traté...- dijo Luna, que estaba radiantemente arrepentida.- aunque debo decir que no eres nada fácil de tratar tampoco.

v ¿te vienes a disculpar o solo viniste a reprocharme?- inquirí todavía confundida.

La actitud de Luna hacía mí había cambiado radicalmente, pero podía intuir que no era falsa, para nada ¿por qué?

v No, solo a disculparme.- dijo sacudiendo la cabeza.- ¡ah! Casi se me olvida, toma, te traje esto.

Miré de reojo su rostro mientras me entregaba el refresco, pero no hubo vacilación, por lo que acepté la lata amablemente.

Luna sonrió al ver que le estaba tomando confianza, y tomo asiento junto a mí, pero esta vez la banca no crujió como yo creí que lo haría. Luna era más menudita que yo, aunque yo nunca había sido maciza ni nada por el estilo, solo era normal, cosa que me hacía pensar que tal vez había ganado peso. Miré instantáneamente mi estomago, pero no veía ningún bulto sobresalir, situación que sorprendentemente me impresiono, no es que quisiera parecer una súper modelo, pero eso no significaba que no me preocupase por mi cuerpo, creo.

v Gracias.- dije al recordar que no le había agradecido el gesto.

v De nada.- respondió Luna fijando su vista en mis ojos.- tienes unos ojos hermosos, no pensé que existiese alguien con ese tono... a menos que sean lentillas.

v Si, claro.- reí con sarcasmo.- como si quisiera usar lentillas, y de este color...

v Pues a mi me parecen muy lindos, no como los míos.- fijé mi vista en los suyos, y pude notar que los de ella eran tan raros como los míos, eran color verde musgo.- ya se que son raros, pero tu no puedes criticar, mas que mal, estamos en las mismas...

v Tienes razón, somos chicas de ojos anómalos.- musité volviendo mi vista hacía el cielo.

Luna también se estiró, y miro el cielo. Las dos en una improvisada mueca soltamos un suspiro unísono. Al darnos cuenta ladeamos la cabeza para mirarnos fijamente y soltar una carcajada que nos hizo revolvernos en la banca con gozo.

Cuando terminamos cansadas de tanto reír, miré hacía un costado, y pude ver el grupo de chicos a los cuales tanto había ignorado cuando había venido a sentarme. Estos estaban mirándonos anonadados. Las tres chicas que se encontraban dentro del grupo miraron con una expresión que pude identificar como intimidación, y los otros dos chicos solo contemplaban con expectación. Una rara reacción, pensé.

v Ahora que compartiremos habitación debo aclararte algo.- interrumpió Luna mis pensamientos.

v Ya se, no debo por ningún motivo tocar tus cosas.- repetí cansadamente.

v No, eso es lo de menos, no me importa.- dijo Luna riendo, pareciendo aún más linda, y cercana.- lo que quiero decir, es que debemos ser aún más próximas, me refiero a algo como amigas.

v No te entiendo, creí que no era de tu agrado...- sopesé por un momento la propuesta.

Nunca había hecho amigos, y todo gracias a mis extraños dones, pero de todas formas no me sentía mal por ello, de hecho desde el principio la amistad no estuvo dentro de mis prioridades. Pero por alguna razón que hasta para mí era desconocida Luna me parecía alguien en quien podía confiar.

v Talvez al principio fui desagradable, y así es con todos, pero... creo que tú eres diferente.

v Esta bien.- contesté interrumpiendo a Luna.

v ¿qué cosa?- inquirió confusa.

v Quiero ser tu amiga.- le declaré sintiendo algo parecido a la felicidad.

Luna me abrazó fuertemente, tan fuerte que hasta se me hacía difícil respirar.

v Que sepas, que eres mi primera amiga.- susurró la chica a mi oído.

v Entonces ya tenemos algo en común.- respondí avergonzada, y a la vez tratando de respirar, porque Luna todavía no deshacía sus brazos de mí.

v Bromeas ¿verdad?- preguntó Luna todavía encima de mí.

v Nop.- contesté con el aire que había almacenado en mis pulmones.

Luna se tensó, se deslizó hacía atrás con estilo, y me miró directamente al rostro.

v ¿también soy tu primera amiga?- inquirió con incredulidad.

v Si.- dije avergonzada.

v Y eso... ¿por qué?

v Pues es solo que nunca fue de mi interés personal tener amigas.- le informé, satisfecha con la respuesta, sabiendo que había omitido gran parte de la verdad, pero de todas formas no creía que si se la contará fuera a creerme.

v Sabes que no te creo, pero ya habrá tiempo para aclarar mis dudas.- dijo Luna, obviamente sabiendo que no obtendría nada más de mi, al menos no por ahora.

v Pero, dime algo.- continuó Luna con la sospecha pegada en la cara.

v ¿qué cosa?- cuestioné.

v Solo tenía curiosidad en saber ¿por qué tu actitud era tan irritada cuando entraste al Jardín Druedian? ¿fue por mi culpa?

v ¿Al Jardín Dru... qué?

v El jardín Druedian, es el que esta al final del pasillo de salas de clases, el que te trajo hasta acá.

v Ah! Ese...-¡!- ¿cómo sabes que estuve ahí, y cómo me encontraba?

v Eso es fácil, te seguí.- indicó Luna como si fuera lo más normal del mundo. Mi rostro le advirtió que no había sido una muy buena idea, entonces su actitud se volvió de completa piedad.- Lo siento, pero quería saber adonde te dirigías, pensaba que irías al cuarto a reclamarme por haberte engañado.

v Claro que pensé en eso, pero creí que sería más prudente hacerlo cuando me calmara.- mentí.

v Bueno, eso esta bien, creo... pero todavía no respondes mi pregunta.

v Bueno eso es irrelevante, fue un simple desliz.- farfullé empezando a sentirme nuevamente acalorada.

v Ya veo...- comenzó a decir Luna, cuando lo vi.

Ahí estaba el chico estúpido que me había sacado de quicio, el muchacho de belleza sobrehumana que no sabía tratar a los demás. No estaba solo, estaba acompañado por una chica igual de hermosa, rubia natural, y de una figura espectacular. Pero su actitud hacía ella indicaba notoria indiferencia, mientras que ella lo seguía con más que interés.

v ¿Cómo es que un chico tan guapo, puede ser tan cruel?- solté mientras miraba a la parejita alejarse hacía edificio principal.

v No lo sé...- contestó mi amiga aún confundida, siguiendo su propio río de cavilaciones.- tu sabes, hombres, nadie los entiende.

v Tienes razón...- contesté rindiéndome.

v Será mejor que entremos, va a llover, y lo que menos quiero es mojarme.- Luna se paró, y me tendió una de sus manos para levantarme.

v Estas segura, porque no lo parece...- indiqué inspeccionando las nubes que no habían cambiado mucho desde que había llegado.

De todas formas decidí no arriesgarme. Agarré la mano de Luna, la cual tiró de mí hasta que estuve de pie. Luna tenía fuerza, y no se molestaba en ocultarla.

Pasamos el portal del edificio principal para ir a ver si había algo para comer, estaba hambrienta, el refresco que Luna me había dado me había calmado un poco, pero ahora ya no resistía las ansias.

En cuanto traspasamos el umbral pude percibir el sonido de las gotas de agua reventado sobre los ventanales, miré a Luna sorprendida, mis cálculos habían fallado, según yo la lluvia no debía caer hasta dentro de una hora. Ahora, por otro lado también estaba el hecho de que Luna estuviese acostumbrada al clima de esta ciudad, pero en cuanto miré el patio, afuera, el grupo de chicos que se encontraba en las bancas, recién habían empezado a correr hacía la puerta del castillo, lo cual me advirtió que Luna lo había sabido sin tener en cuenta la “costumbre climática”. Miré nuevamente a Luna con más que asombro, ésta solo me devolvió una media sonrisa por encima del hombro.

Continué caminando junto a ella. A medida que avanzábamos me percaté que muchos de los chicos que se encontraban en el pasillo nos quedaron mirando con la misma expresión que había visto en los rostros de los chicos de las banca. Estaba segura que iba a algo más allá que la chica nueva, pero en esa situación me estarían mirando solo a mí, y ese no era el caso, ellos estaban mirando tanto a mi compañera como a mí. Tenía muchas ganas de despejar mis dudas al respecto, pero dejaría que Luna me lo aclarase después.

Me sorprendió descubrir que Luna y yo teníamos el mismo gusto por la comida, las dos habíamos escogido lasaña con crema de champiñones, ensalada mixta, y agua embotellada. La única excepción fuel el postre, Luna no había querido probarlos, mientras que yo aproveché de llevarme un pudín de Chocolate.

Nos sentamos en una mesa apartada, por lo visto también ambas guardábamos rastro de nuestra personalidad antisocial. Comimos en silencio por un momento, pero al notar la presencia la una de la otra, decidimos interactuar para no aferrarnos nuevamente a nuestra deseada soledad.

v Dime, ¿por qué es que todos se sorprenden cuando nos ven juntas?- indiqué todavía molesta por tantos mirones.

v No estoy muy segura, eres nueva así que una de las posibilidades es que tengan curiosidad por ti... u otra posibilidad es que estén curiosos por nuestra repentina amistad, ya que como tú sabrás, eres mi primera amiga.- concluyó Luna con un suspiro.- ¿satisfecha?

v No, no del todo.- contemplé sus ojos y pude ver la complicación en ellos.- ¿por qué es tan sorprendente nuestra amistad?

v Pues... es complicado, y vergonzoso.- murmuró llevándose una mano al entrecejo, elevó ligeramente la vista y me sonrió calidamente, yo le devolví la sonrisa, agradeciendo su compañía.- ¿te parece si te lo explico en la noche?

v Claro, cuento con eso.- contesté animosamente.

Me estaba ganando su confianza poco a poco, y nada significaba más para mí en ese instante.

miércoles, 26 de enero de 2011

1er cap de Extraños >_<''


EXTRAÑOS

Cap. 1 “el fin de la Luna Llena”

¿Por qué no logro entender este ejercicio? ¿Será que la geometría no va conmigo? Esta era la última oportunidad que me quedaba para poder resolver este maldito problema, debía concentrarme, poner atención y hacer exactamente lo mismo en la prueba, pero aún así mi cabeza no dejaba de echar humo.
Dejé de revolver mi largo cabello rojizo con la punta del lápiz grafito y decidí prestar atención a los apuntes que había conseguido en la clase del profesor While. Afortunadamente no estaba tan sola, Bonnie, mi mejor amiga desde el preescolar se había ofrecido para ayudarme en los exámenes finales ya que ella ya estaba eximida de todos ellos (menuda suertuda). Aunque siniestramente era genial que alguien como ella tuviese tanto CI, dado a que sus padres trabajaban en la morgue, su hermano mayor era médico forense, y según ella era un buen pasatiempo estudiar en el cementerio a causa del silencio.-Quizás ella por lo mismo debería seguir por el camino de su familia-. Pensé.

- Al fin llegaste, pensé que te había ocurrido algo.- saludó Bonnie desde su puerta.
- Claro, como si algo me fuese ocurrir en Oxley…- tonteé antes de entrar a su calefaccionado hogar.
- Uno nunca sabe.- concluyó encogiéndose de hombros.

Cierto, se me olvidaba mencionar el pequeño y poco popular pueblo en el que vivía; Oxley, una ciudad con no más de cuatro mil habitantes, así mismo con un mínimo de dos instituciones educacionales en todo el sector. Situación que sinceramente a mí en lo personal no me iba ni venía dado a que estaba a gusto en la secundaria a la que había sido obligada a entrar. Porque honestamente no descarto que hubiese sido divertido elegir la escuela, el uniforme, y las clases.

- Odette, siéntate, te traeré algo de té verde.- continuó ella.- debes estar congelada.- murmuró.
- Ok.- contesté situándome en el mismo lugar que siempre, la esquina de su sofá negro.

Bonnie parecía inquieta, y por un momento, solo un momento dudé que fuese por su inconsolable miedo a los relámpagos, pero esa noche no había señal de ellos, ni siquiera de una mínima llovizna, algo raro aquí; una ciudad en la que cada dos días arribaba algo de humedad y nubosidad. Como si no tuviésemos suficiente.
Abrí nuevamente mi libro de matemáticas en la misma página que inútilmente antes había intentado desarrollar en casa, pero ahora con la intención de estrujar mis neuronas y sacar al menos una que otra respuesta valida.

- No te estreses.- escuché decir a mi amiga desde la cocina.
- Claro que no, solo estoy tratando de recordar algo de materia.- respondí en medio de un puchero.
- Pues tu cara no parece demostrarlo, más bien pareciera que estas concentrada en hipnotizar a alguien con todas tus fuerzas.- replicó aún preparando mi té verde.
- Qué sabes tú, ni siquiera me ves.- indiqué amurrada.- o tal vez…- susurré alzando la vista hacia puerta de la cocina.
- ¿Decías algo?- preguntó Bonnie de vuelta con una bandeja llena de mis galletas favoritas y el té por supuesto.
- Nada, solo estudio.- contesté volviendo la cabeza a mi libro de estudios.

Bonnie se sentó al frente mío revisando los ejercicios que según ella me serían de ayuda en el examen.
De pronto, sus ojos impulsivamente miraron por sobre mi hombro, y en solo un instante sentí como la habitación se helaba a mis espaldas. Espantada me fijé insistentemente en mi compañera, pero ella no se volvía nunca hacia mí.

- ¿No me digas que ahora puedes ver fantasmas?- deduje tragando saliva ruidosamente.
- No seas tonta, es solo mi hermano que acaba de llegar.- rodeó los ojos.
- Ah.- musité aún vacilando.
- Come algo, estas pálida.- sugirió ella acercando la bandeja a mi lado.
- Si, tu casa a veces hace que me baje la presión.- indiqué sin fijarme demasiado en las lúgubres pinturas a mí alrededor.
- Que exagerada, además sabes que mi mamá no es una famosa decoradora de interiores como tu tía.

Ciertamente ella estaba en lo correcto, mi tía Anna además de ser una pésima dueña de casa, era una renombrada decoradora de interiores en todo el mundo. Me resultaba curioso el que haya salido de Oxley con tanta experiencia, dado a ser una ciudad pequeña con muy poco estilo y popularidad evidentemente.
Contrariamente de aquello, Anna es mi tutora, y apoderada a la hora de las reuniones escolares, todo ello debido al prematuro fallecimiento de mis padres hace más de diez años. A pesar de que la causa de sus muertes aún permanece en la trastornada cabeza de mi tía, es y sigue siendo totalmente ajena a la mía.
Desde pequeña siempre he tenido curiosidad por saber más sobre la razón de por qué ellos ya no estaban a mi lado, pero cada vez que le preguntaba a Anna su mirada se volvía triste, a pesar de que al mismo tiempo una involuntaria sonrisa se asomaba por la curvatura de sus rojizos labios. Y su respuesta siempre resultaba ser muda y meramente afectuosa; un pequeño beso en la frente que procuraba borrar cualquier indicio de preocupación o tristeza.

- A todo esto, ¿tu tía sabe de tu bajo rendimiento en los exámenes parciales?- inquirió Bonnie pasando a la siguiente página.
- Probablemente, ya sabes que la profesora Roggers simpatiza con su arte.- resoplé aún con la vista en el vacío cuadernillo.- y seguro que mantienen eventualmente más de dos conversaciones telefónicas a la semana.
- Aterrador.- opinó con tono grave.- en sí, estás jodida.
- Y ni te imaginas cuánto.- asentí mordiéndome el labio.

- ¿¡Todavía ahí!?- inspeccionó Bonnie atónita.- ni siquiera es la mitad del primer ejercicio.
- Si, verás, es que mi cerebro avanza a una velocidad diferente a la tuya.- justifiqué a medio reír por su exagerada reacción.- ya tendrás entendido cuanto me cuesta la geometría.
- Si…- bufó poniendo sus dos manos en la frente.- ¡esta bien!- dijo convenciéndose de cierta energía que ni yo podía ver en ella.- lo explicaré desde el principio otra vez, pero si esta vez tampoco aprendes, te tendré que considerar caso perdido. ¿ok?
- ¡ok!

Las horas pasaron lentamente, sin embargo al fin y al cabo pasaron, algo tediosas, pero de todas formas no había como quejarse, Bonnie hacía todo lo que tenía al alcance para enseñarle a una inútil como yo. Muy amable de su parte teniendo en cuenta que podría haber estado perfectamente en una cita con su novio.

- ¿Amable? Si, lo soy, pero no por Derek.- refunfuñó mi amiga cruzándose de brazos.
- ¿Cómo sabes que estaba pensando en eso?- me erguí intrigada.- ¿acaso tienes poderes ocultos?
- Siempre tan ingenua.- rió por lo bajo.- por supuesto que no tengo “poderes ocultos” es solo que tu expresión es demasiado evidente.
- ¡Pero te olvidas de algo!- le acusé.- antes en la cocina supiste como me encontraba sin siquiera mirarme…
- Serás… ilusa.- levantó una ceja sin mucha paciencia.- solo lo supe por el reflejo del ventanal de la cocina.
- ¡Ah!- murmuré aún sin creer demasiado.- espérame.
- ¿qué?

Me levanté y fui corriendo hacia su cocina, fingí estar sirviendo el té en su amplio lavadero y eché un pequeño vistazo al cristal incrustado en la puerta, y ahí estaba Bonnie haciendo muecas como una loca.

- ¿me ves?- preguntó con evidente humor.
- … Algo.- respondí sin ánimos.
- Entonces vuelve aquí que te queda un solo ejercicio.- reclamó agitando su mano derecha a la altura de su cabeza.
- Si…- arrastré los pies con la cabeza gacha.

Con algo de la ayuda de mi amiga tuve el problema hecho en menos de dos minutos, seguro que si seguía así podría sacar una buena calificación en la prueba del profesor While.

- Odette.- dijo Bonnie.- ¿por qué quieres sacar tan buena calificación en este examen?
- Esta claro, obvio que es porque quiero pasar con buenas notas al otro semestre.- le aclaré sintiéndome muy llana.
- Es por que quieres entrar al consejo estudiantil ¿verdad?- refutó modestamente dándole justo en el clavo.
- ¿por qué querría yo unirme a esos esnobs?- esquivé con poca convicción.
- Innegablemente es por Ian Rouse.- selló mirándome fijamente con algo de gracia.- ¿cierto?
- En serio ¿qué comes?- admití sintiéndome casi desnuda delante de ella.- ¿así de obvia soy?
- Nop, pero no podemos tan solo negar diez años de amistad.- sonrió mordiendo una de las galletas que seguramente ella misma había preparado.- asimismo tus escapadas luego de educación física al vestuario de hombres eran naturalmente notorias para mi.
- ¡¿También estabas enterada de eso?!- grité fuertemente hasta que ella me hizo bajar la voz.
- No te sorprendas tanto, de todas formas soy una tumba.- me guiñó el ojo, y yo sonreí al pensar en lo natural que le salía decir que estaba familiarizada con la acción de un mausoleo.
- Esta bien, pero me gustaría dejar en claro algo.- le repliqué.
- ¿Qué cosa?
- No soy una pervertida ni nada por el estilo, solo lo seguía para fingir un encuentro inesperado.- le esclarecí con un mohín.
- Lo sé, aunque no podría estar muy segura sobre lo de pervertida, que yo sepa no te daría ni una pizca de vergüenza verlo desnudo.- indicó seriamente.
- ¿de qué hablas?- le demandé.
- Solo bromeo.- explotó a carcajadas.

La miré de reojo por un buen rato, pero luego no pude evitar reírme junto a ella.

- ¿Estás segura de que no quieres llamar a tu tía? es muy tarde para que te vallas sola…- sugirió Bonnie mostrándose preocupada.

Miré hacia fuera, nos habíamos quedado hablando por tanto rato que se me había hecho relativamente tarde. La luna ya había salido, estaba llena y esplendorosa allí en la cima, lastima que en poco tiempo desaparecería a causa de unas espumosas nubes grises.
Me puse el abrigo, y mi par de guantes térmicos antes de salir allá fuera donde se sentía fuertemente la brisa traída desde el bosque. El olor a pino era relajante y tremendamente penetrante.

- No me cuesta nada llamarla.- siguió mi amiga algo insistente.
- Estoy bien, necesito tomar algo de aire.- me negué. Ésta no sería la única vez que iría sola a casa, además tía Anna seguro debía estar agotadísima.- nos vemos, muchísimas gracias, y suerte en tu viaje.
- Está bien.- se encogió de hombros.- nos vemos de vuelta de vacaciones.- se despidió.
- Claro, bye bye.- dije caminando hacia la salida en su congelado jardín.


Que suerte tenía Bonnie, poder salir de viaje con su familia a un lugar que no llegue la oscuridad, y el mal clima. Aunque seriamente no sería algo totalmente feliz debido a la distancia de la cual se encontraría de su novio Derek, y si bien no lo conocía mucho, les deseaba lo mejor a ambos. Ojala yo también algún día tuviese a alguien de quién preocuparme y extrañar, pero por mucho que le rogaba a una entidad, este supuesto novio nunca aparecía. Quizás fuese buena idea visitar un día de estos la tienda de brujería de la ciudad, tal vez encuentre algún hechizo para atraer a mi alma gemela y todo eso… Si lo reflexiono bien, no es tan ridículo pensar así, porque estoy segurísima de haber escuchado el rumor de que a Grabielle Barnett-una menuda chica de segundo- le había dado resultados visitar aquella tienda en el verano pasado, y ahora estaba de lo más feliz con su pareja. Si fuese así entonces, me pediría a Ian como futuro enamorado.

Me adentré en el oscuro bosque siguiendo el pasaje que había caminado desde casa. Molestamente el viento se había vuelto más fuerte y golpeaba contra mi cara dificultándome el tener los ojos abiertos por mucho tiempo.
Inquieta revolví mi cabello, y esquivé la ventisca mirando hacia el cielo.
¡Ajá! Tenía razón, la luna estaba a punto de desaparecer detrás de esas amenazadoras nubes.

De pronto un agudo aullido me hizo parar en seco. Miré aterrada a mí alrededor ¿lobos en Oxley? Seguro fue algún perrito jugando por ahí- pensé cerciorándome una vez más de que la zona estuviese libre de cualquier escalofriante animal. Casi sin aliento comencé a caminar rápido a casa, canturreando cualquier canción que se me viniera a la cabeza solo para tranquilizar los nervios y no sentirme tan sola.

- ¡Auuuu!- sentí nuevamente, pero esta vez incluso más cerca.
- Malditos perros.- murmuré convenciéndome de que se trataba de solo un inofensivo animalito.

El aullido se repitió dos veces seguidas por el alrededor, pero yo estaba muy asustada como para voltear esta vez.
El sendero se hacia cada vez más estrecho, y en realidad no era para nada raro porque siempre ha sido así, pero esa noche hasta lo más mínimo me daba escalofríos, y no es porque le tenga miedo a los lobos, ni por mi mártir alergia a los caninos, simplemente era el hecho de estar sola y sin protección alguna.
La enorme sombra de un escabroso animal me crispó, y mientras me concentraba en huir de aquel lugar un pequeño aullido me hizo girar.
Era más que un simple lobo, y no era tan solo grande. Sus patas no retrocedieron ni un paso, y su aúllo volvió a estremecerme. Su hocico mostró unos relucientes colmillos listos para atacar, pero por alguna razón estaba paralizada y no podía mover mis pies.
Sin anuncio alguno se desplomó en el congelado césped, y ahora sus ladridos no eran más que de sufrimiento.
Pude haber huido en ese momento, llegar sana a casa, preparar la cena y revisar mi correo como hacía todas las noches, pero por algún motivo era incapaz de marcharme sin hacer algo antes. No estaba muy segura de lo que estaba haciendo, ni siquiera sabía si era igual de alérgica a los lobos, ya que en mi vida había visto uno. Aún así aunque la bestia estuviese blufeando y quisiera cenarme después de todo, quería ayudarlo.
Caminé lentamente hacia el animal, estaba temblando pero no sabía si era por el dolor o el frío que hacia esa noche. Me arrodillé cerca de su cabeza, y aproveché de acercarme en ese momento que tenía los ojos levemente cerrados, y al momento que puse mis dedos cerca de su peluda nuca, él bufó tenuemente casi sin fuerzas. Volví a retroceder, pero frené y me decidí por seguir y poner su cabeza sobre mis piernas. Al momento que empecé a acariciar su rostro sus ojos se abrieron por completo y me miró al parecer un poco espantado. Sus ojos eran de un llamativo color oro, muy bellos.
No podría decir que estaba tranquila, es solo que por primera vez me sentía útil para alguien, aunque la verdad es que no estaba haciendo mucho por él. De aquí a la veterinaria era bastante camino y cargarlo si que sería un problema.
Repentinamente su respiración se hizo casi imperceptible, y sus ojos pestañaban con dificultad ¿era acaso que este animal ya estaba en las últimas? ¿Entonces ya no había nada que hacer?
Afligida acaricié su melena esperando al menos que su partida no fuese solitaria. Pero de repente algo en él empezó a cambiar.
Su afelpado cuerpo se revolvió sobre mis piernas, y en un par de segundos ya no había lobo.
Espantada pestañeé repetidamente ¿estaba soñando? Imposible el enorme animal que hace poco había estado colapsando a mi lado, ahora era un joven hombre desnudo.
Rápidamente tapé mis ojos, aunque lamentablemente no había nada que no hubiese visto.
Todavía sobre mis piernas tosió bruscamente. Preocupada destapé mis ojos y procuré no mirar más allá de su cintura. Toqué su frente y pude sentirla ardiente tal como cuando se tiene la fiebre, debía sacarlo del bosque y llevarlo a un lugar calido. ¿Estaría tía Anna de acuerdo con una visita inesperada? Probablemente no, y menos si se trataba de un chico falto de ropa.
Me quité la chaqueta y se la puse, suerte que alcanzaba a taparle justo lo que nadie debería ver.
Lo levanté, y lo forcé a caminar como pudiese, él apenas conciente me siguió el paso sin decir ni una palabra.
No sabía qué decirle, ni siquiera si hablábamos el mismo idioma, además de ser la primera vez que conocía a alguien en tales condiciones.
El camino a casa estaba ventajosamente desierto por lo que no lo obligué a caminar tan rápido. Estaba preocupada porque su jadeo aumentaba a cada paso que dábamos, y el calor de su cuerpo me acaloraba hasta a mí.
Tocio levemente sin preocuparse de ser oído, al parecer ni siquiera sabía que yo lo estaba llevando a mi casa.

- Estamos llegando.- susurré insegura de haber sido entendida.
- Mmm…- respondió al parecer solo por cortesía.


La puerta de la casa estaba sin seguro, eso quería decir que entonces mi tía ya había llegado.
Esperando que el sueño ya se hubiese adueñado de Anna, entré calladamente directo a mi habitación. Tendí al convaleciente en mi cama, y lo tapé con la frazada azul que Bonnie me había regalado para mi cumpleaños.
Corrí por el pasillo, y me paré en la puerta de la tía Anna, toqué dos veces, y al ver que no había respuesta decidí abrirla.
Ella ya estaba acostada con sus audífonos puestos y un libro en las manos – otra vez cumbres borrascosas-

- Tía ya llegué- le dije cuando notó mi presencia.
- Odette, corazón tan tarde.- contestó mirando su reloj de mesa.- podrías haberme avisado, te hubiese ido a buscar.
- Lo siento, pero me topé con una amiga en el camino.- mentí.
- Esta bien.- me miró de reojo a través de sus cristalinos lentes.- bueno entonces ahora me puedo dormir tranquila.- señaló apagando su equipo de música.
- Buenas noches tía.- me despedí con una mueca.
- Buenas noches Odette.- contestó sin dejar de mirarme mientras cerraba su puerta.

Suspiré pesadamente apoyándome cansada sobre la muralla del pasillo. Levanté la cabeza y volví a mi habitación donde todavía estaba tirado este enigmático muchacho de hermosos ojos. Me acomodé a su lado sacando de mi velador una de mis vendas congeladas para bajar la fiebre, la abrí, y la coloqué sobre su cabeza. Un pequeño gruñido salió de sus apretados labios, pero yo no me retracté y dejé la banda en su lugar. Luego me paré y fui apurada a la cocina, cogí un par de bolsas de choclo congelado y volví al cuarto. Destapé los pies del muchacho, coloqué una toalla debajo de ellos, y luego dejé caer los dos paquetes gélidos sobre ellos.

Inquieta por dejarlo solo tan pronto me senté a su lado y lo miré fijamente.
Él era joven, quizás solo un año mayor que yo. Su piel era blanca, y parecía tan suave como la de una muñeca, su pelo platinado era largo y le llegaba a los hombros, francamente el me parecía un ser extremadamente hermosísimo.
Después de un rato inspeccione su cuerpo, su largo cuello, sus anchos hombros… y sus cicatrices. En puntillas me acerqué a él, levanté un poco la frazada para tener una mejor visión. Sus rasguños eran algo más que graves tal vez fuese buena idea curarlos antes que se pudiesen infectar. Me apresuré a llegar al botiquín del baño, y de ahí de vuelta a mi pieza.
En poco rato ya lo tenía desinfectado y vendado, tal como hubiese hecho una madre, una hermana, talvez una amiga, o una… novia.
Miré al chico todavía inconciente en mi cama y me ruboricé pensando en lo poco y nada que lo conocía y lo mucho que había podido ver de él.

Ya eran cerca de las tres de la mañana, llevaba más de cuatro horas contemplando al adolescente y pensando en lo extraño que él era.
Seguro era la hora de acostarse y dormir, pero no tenía donde, y ni siquiera me imaginaba haciéndolo en mi propia cama, no a estas alturas. Ni modo, saqué mi saco de dormir, y lo estiré cerca de mi catre.
No hizo falta contar ovejas para quedarme dormida, el sueño llegó impotente y sin siquiera haberme dado cuenta.

- ¡Odette!- me despertó Anna.
- ¿si?- me paré asomando mi cabeza por la pequeña apertura de la puerta.
- Querida me voy al trabajo.- dijo ella acomodándose bien sus botas.- ¿estás bien? ¿no necesitas que te compre nada para la tarde?
- No, estoy bien.- contesté aún somnolienta.- ¡ah! Tía.
- Dime cariño.- se detuvo a medio sacar las llaves del carro.
- ¿por qué vas con botas hoy?
- ¿No te diste cuenta?- apuntó hacia la ventana.- anoche nevó fuertemente, y ahora las calles están casi intransitables.
- … no tenía idea.- abrí mis ojos excesivamente cuando al fin pude ver las inmensas montañas de nieve en el patio.
- Adiós Querida.- se despidió.
- Adiós tía.

Regresé a mi habitación todavía cansada, posiblemente podría dormir un poco más ahora que estaba de vacaciones, además tenía todo el derecho del mundo, porque no me había acostado tarde a propósito, y si mal no recuerdo me maté estudiando toda la tarde con Bonnie.
En sí la tarde había sido productiva, a excepción por ese escalofriante encuentro con la fiera del bosque… ¡un momento! Estoy segura de haber traído a aquel animal a casa, ¡no! Ni siquiera eso, ¡¡Traje a un chico desnudo a casa sin que tía Anna se hubiese dado cuenta!!
Me volví para mirar sobre mi cama, pero encima de ella no había nadie, ni siquiera rastro de algún “hombre lobo”.