sábado, 12 de febrero de 2011

Extraños: 2º capitulo

          
Bueno aquí les dejo el segundo capitulo del libro, espero les guste! ^^ ♥
                
                 
         Cáp. 2 “Buscando al Rey de la Noche


La tarde había pasado rápidamente, y concluyentemente no había sido nada agradable para mí, dado a que me la pasé buscando por toda la casa algún indicio de ese mal educado animal.
Digo, si alguien te cuida o te ayuda es normal dar las gracias, todo lo contrario a ese chico lobo. En realidad es un tema de modales, no es por justificarle, pero quizás el chico se crió en una manada llena de criaturas igual de raras que él, y seguramente no hablaba mi idioma así que ni modo, solo se marchó para no estorbar… muy lógico viéndolo de esa forma, aunque indiscutiblemente el asunto no tenía ni patas ni cabeza.


Fui a la cocina por algo de comer, ya no tenía energía, y mi estomago no paraba de rugir. Y si bien no era una excelente chef, me las arreglaba bastante bien sola, todo porque desde pequeña tía Anna constantemente viajaba fuera de la ciudad, y para que yo no tuviese problemas en el colegio contrataba a una niñera de tiempo completo por mientras duraba su periodo de trabajo, pero ahora tengo la edad suficiente como para pasar de una.
Saqué unos fideos instantáneos de la gaveta, los puse en una fuente, y les vertí el agua hirviendo encima, freí unos huevos y los coloqué en el plato de fondo. Todo listo en unos simples pasos, aunque he de decir que no es una exquisitez, pero sobrevivo de ello…

Volví a mi habitación, y prendí el notebook que me habían regalado los abuelos para navidad. A pesar de que la verdad era que no hablaba mucho con ellos porque siempre estaban de viaje, así mismo nunca paraban de conocer nuevas culturas y países, además de que no se aparecían mucho por el pueblo dado a ser personas altamente testarudas respecto a los médicos que les recomendaba tía Anna. Jubilosamente ellos viven su vida con mucha pasión, totalmente opuesto a mí que aún me aferro al pasado y a las opiniones de los demás.
Valla, otro día sin correo nuevo… que novedad.
Sentí la cerradura de la puerta sonar, me paré y miré hacia el pasillo.

Nada. ¿Habrá sido mi imaginación, o…? miré nuevamente pero aún así nada se vio.

Todavía sin tener idea de qué hacer prendí el televisor y empecé a hacer zaping, no era muy fanática de la tele, pero había veces que el aburrimiento me ganaba. 

Al rato de poner “The Real World” en MTV escuché mi celular sonar fuertemente desde mi cuarto, seguro lo había dejado en mi chaqueta.
Corrí por el pasillo, sin tener en consideración lo resbalosos que pueden resultar los pisos flotantes. Tomé mi ropa, y la sacudí arriba de la cama. ¡Suerte! Mi móvil fue lo primero en caer.

-         ¿Aló?- contesté apresuradamente antes de que cortaran.
-         ¿A… aló? ¿Odette?- respondió Bonnie.
-         Hola, ¿cómo estás? ¿en tu viaje?
-         Si, o sea aún en el auto de papá…- dijo sin mucho humor.
-         Ya veo… entonces les queda poco para llegar a la playa.- deduje tratando de subirle el ánimo.
-         Claro que no, hubo un problema a mitad de camino, y tuvimos que llamar a una grúa…- suspiró sonando paciente.- así que voy en un auto remolcado.
-         Bueno, pero al menos has salido de Oxley.-

Miré a mí alrededor buscando alguna excusa que me hiciera recapacitar el abrupto rechazo que le había hecho a su suculenta invitación a la costa, pero fue absurdo.

-         Ojala hubieses estado aquí conmigo, no sabes lo aburrido que es ir en el coche de mi padre cantando canciones de los ochenta.- se quejó en voz baja.
-         Lo sé, yo también estoy aburridísima.- indiqué volviendo al living.- esto puede sonar raro, pero, no sabes cuanto hecho de menos el colegio.
-         Tienes razón, pero hay que pensar que solo quedan dos semanas, de ahí de nuevo a odiar la institución, y a los aterradores profes que tiene.
-         Si…- admití volviendo por un momento a mi zaping.
-         Oye Odette ¿volviste bien ayer?- preguntó sin mucho que decir.
-         …Si, por supuesto.- resoplé dejando el control a un lado.- ¿pensabas que podía pasarme algo?
-         No exactamente, pero de todas formas no hay nada malo en ser precavida.- respondió sería.- ¿estas sola?
-         Elementalmente, mi tía no vuelve hasta las ocho.- dije mirando mi reloj pulsera; siete treinta y cinco de la tarde.
-         Ahora estamos llegando, así que… hablamos después.- se despidió distraída.
-         Nos vemos.- corté.

Asombroso, ahora lo único que estaba sintiendo eran unas ganas irreprimibles de viajar a la playa, ponerme mi bikini, y mojarme los pies en el mar. Pero ya era tarde, mi tía seguro que no me dejaba viajar sola en el tren, lastima, me hubiese gustado salir por lo menos el fin de semana.

De pronto una pequeña sacudida en el sofá me hizo estremecer, miré a mi lado y ahí estaba mi altanero y preciado Ciel.
Ciel era el hombre de la casa, bueno no exactamente un hombre, más bien un gatito. Lo encontré justo después del accidente de mis padres, según Anna sería una buena idea conservarlo, tener alguien para no sentirme tan sola  mientras ella no estaba, y aprender a responsabilizarme por los demás.

Ciel se recostó sobre mi regazo y ronroneó levemente hasta quedarse dormido junto conmigo.

Somnolienta aún, y Sentada en el sillón con Ciel, escuché zumbar el motor del auto de mi tía afuera en el patio. Restregué mis parpados y me levanté silenciosamente dejando a mi gato a un lado.
La puerta del comedor se abrió, y segundos más tarde tía Anna estaba en casa.

-         Hola querida.- saludó mi tía dirigiéndose directo al baño.
-         Hola.
-         Espérame voy a lavarme las manos y vuelvo de inmediato.- indicó ella apurada.         

Asentí y volví a sentarme en el sofá al lado de mi negro gatito.

-         ¿ya cenaste?- preguntó mi tía en el baño secándose las manos con la puerta abierta.
-         No, aún no.- respondí aburrida cambiándole el canal a la tele.
-         ¿quieres que te prepare algo? ¿huevos? ¿ensalada?- inquirió revisando el refrigerador.- vaya, no queda mucho aquí…- murmuró
-         No gracias, acabo de almorzar.- admití volviendo la cabeza hacia la cocina.
-         Entonces creo que seré solo yo esta vez…- expresó sin preguntarme acerca de las actividades de mi aburrida tarde.

Después de cenar, tía Anna se retiró a su habitación para terminar el proyecto que presentaría la semana entrante en su oficina. Según ella era tan solo uno más de sus trabajos, sin embargo se le veía igual de entusiasmada que siempre.

Antes de dirigirme a mis aposentos tomé de la despensa algo del café afrodisíaco que había comprado Anna en el mercado central hace más de una semana, tenía un buen aspecto, y para qué hablar de su aroma. Me llevé la taza a mi cuarto pensando en tomármela mientras nuevamente revisaba mi correo, me entretenía un poco frente a la computadora, le echaba un vistazo a la pagina del instituto, y por qué no también escribirle algo agradable a Bonnie. Porque seriamente muchas alternativas no tenía.

Ya habían pasado dos horas y aún seguía en la computadora sin gana alguna de irme a la cama y dormir. Maldito café estimulante.- pensé cayendo pesadamente sobre mi cubrecama.  

-         ¡Auch!- solté sobándome la espalda.- dolió…- susurré mirando hacia tras.

Desafortunadamente llevaba el desorden en la sangre, aunque también era muy probable que con el tiempo lo hubiese obtenido gracias a la costumbre de mi poca organizada tía. Bueno pero el tema no era ese, ahora más bien me tenía que preocupar de ordenar el caos que había montado arriba de mi colcha.
Levanté mi chaqueta, y la colgué en el perchero a una esquina de la habitación.
Me volví hacia el catre para seguir con la limpieza, y fue entonces cuando lo vi. Un arrugado pedazo de tela blanca, levemente enrojecido en el centro.
¡OMG! Que suerte tengo. Gracias a mi ya nombrado desorden había encontrado una pequeña evidencia que probaría que de verdad no estaba loca, y que muy por el contrario; estaba en lo cierto, yo, Odette Burnett tenía en mi poder la prueba más segura de que los hombres lobos si existían. 

Sin poder evitarlo comencé a reírme como una lunática, agarré el pedazo de gasa, y lo empecé a exhibir como si fuese el premio oscar, evidentemente estaba fuera de mis carriles. Sin duda algo para no ver.

Por un momento paré de hacer el ridículo, y me dirigí a la habitación de tía Anna para asegurarme de no haber sido escuchada. Abrí sigilosamente su puerta, y metí mi cabeza por la pequeña apertura que había dejado. Afortunadamente ella estaba con audífonos y concentrada en su “rincón recreativo”, apodo que le dio a su escritorio, y área de trabajo.
Volví a mi recamara aún con el vendaje en la mano (solo por seguridad), cerré las cortinas, y me senté en la cama meditando sobre un buen lugar para esconder la ¡bendita gasa! Porque obviamente no podía dejarla por ahí, si tía Anna la descubría seguro la botaría, o peor, pensaría que estoy metida en alguna secta gótica y que me dedicaba a atesorar ese tipo de “cosas”.

Me paré apresuradamente, ya me acordaba de un buen lugar. No era tan genial, solo se trataba de un pequeño error de construcción en la pared derecha de mi cuarto, una cerámica suelta para ser más exactos.
A simple vista era imposible notarla porque un póster de mediana altura la tapaba.
Meticulosamente despegué los bordes de la fotografía que personalmente Anna había escogido para mí en uno de sus tantos viajes a Europa.
Saqué la cerámica, e introduje el valioso vendaje dentro de un pequeño joyero de madera que más bien parecía una simple caja de fósforos.
Volví a colocar la cerámica y a pegar la cinta adhesiva, y me alejé un par de pasos para apreciar bien mi obra de arte. Perfecto, esto si que era como “aquí no ha pasado nada”.
Caí de espaldas en mi cama, satisfecha por los frutos del día, aunque realmente no fuese mucho, puesto que evidentemente la venda solo era un descubrimiento personal, o sea, de aquí no podía salir, porque si alguien llegaba a enterarse…;primero; no le creería a  una adolescente, menos a una con bajas calificaciones y aventurada personalidad, segundo; ningún periódico me recibiría la noticia con los brazos abiertos –obviamente-, probablemente lo que publicarían sería otra cosa, quizás: “chica perturbada de secundaría fantasea con licántropos en la pequeña localidad de Oxley”, y por último; si lo mando a un laboratorio a investigar seguro que me mandan una nota de vuelta pidiendo que no golpee injustificadamente a los perros, hasta incluso puede que me manden a los de Greenpeace (¡Que miedo!).
Pero de todas formas no esperaba quedarme sentada sin hacer nada, menos morir sin tener al menos otro avistamiento. Que gracia, eso era justo lo que estaba haciendo en ese momento.  
¿Sería buena idea salir a estas horas de la noche? Ya eran las diez con diecisiete minutos, si me pillan seguro que me gano un buen castigo… y ya que estamos, solo he sido castigada dos veces en mi vida, y ni recordaba el motivo, sin duda había pasado mucho tiempo. Talvez mañana podría arriesgarme, porque por hoy estoy vana.

Recostada sobre mis brazos apunto de quedarme dormida, sentí mi móvil vibrar en el bolsillo de mi chándal.

-         Ah! Es Cass.- murmuré mirando la resplandeciente pantalla.

Cassie era otra amiga, no tan cercana como Bonnie, pero al fin y al cabo no podía decirle tan solo una conocida. Por muchos años fuimos vecinas, hasta solo hace un par de años, cuando su padre que es dueño de una empresa de cecinas decidió agrandar su terreno y comprar casa al otro lado del pueblo. Que risa, e incluso pensar que sus papás eran hippies ¿cómo se les ocurrió abrir como negocio una fiambrería? Según tía Anna tanto así era su fanatismo por el estilo hippie en su época que hasta le habían puesto Sunshine a su hija mayor pensando en el buen clima que podría traer a Oxley. Indudablemente era de esperarse el resultado. 

-         ¿Alo?
-         ¿Alo? ¿Odette?- respondió Cass con su suave tono de voz.
-         Hola Cass ¿cómo estas?- pregunté frotándome la frente.
-         Hummm… estoy bien ¿y tú?- noté su avergonzada voz.
-         También lo estoy.- respondí tratando de sonar como una regocijada chica a mitad de sus vacaciones sonaría.
-         Que bien, se nota que lo estas disfrutando.
-         si ella supiera…”- pensé
-         Si…- reí disimuladamente.- ¿y a qué se debe tu llamado?
-         ¡Ah! Verdad…- se interrumpió.- esto… bueno, Bonnie me llamó hace un rato por la tarea de geometría que hizo el prof…- se detuvo, y volvió a hablar.- lo siento, eso no era. Bueno, lo que pasa es que ella me contó de que tú no habías podido asistir con ella y su familia al viaje… entonces me estaba preguntando ¿si es que mañana tenías planes? bueno si los tienes no hay problema podemos dejarlo para otro día, o si no, o si no…- se enredó sola.
-         Entiendo.- le dije sintiendo algo de compasión por ella y su candorosa personalidad.- ¿quieres que salgamos mañana?
-         Si, pero no seríamos las únicas, dos chicas más del taller también irán.- indicó sensiblemente, al parecer preocupada por mi.
-         Oh… está bien, no me importa.- manifesté.
-         ¿entonces irás?
-         Claro, será divertido.- comenté alegre por tener al fin una salida.
-         Gracias.- masculló Cass.
-         Y a todo esto… ¿dónde es?
-         Es la nueva pastelería que se instaló en el centro, al lado del Dug-Market.
-         Ah ya me acuerdo, si, la pastelería “Le victoria”- pronuncié con un vago acento francés.
-         Sí, esa… es que Tricia quiere ir porque los camareros se visten de sirvientes igual que en esas animaciones japonesas que ella tanto ve, además me contó que fue a la inauguración la semana pasada y vio que ahí trabaja Ian Rose, además…- dejé de prestarle atención.

¿Ian Rose? ¡Já! Este debía ser mi día de suerte, gracias diosito, juro que mañana no malgastaré o usaré mal el dinero en esa elegante pastelería. ¡Rotundamente no lo haré!

-         ¡C…cu…cuenta conmigo! ¡Cuenta conmigo!- grité al teléfono.
-         …si, entonces nos vemos mañana.- respondió Cass claramente confundida.- ¡ah! Mamá me prestará su Toyota ¿paso a buscarte?

Miré hacia fuera, la nieve aún se amontonaba en las veredas y en el pórtico de las casas vecinas. Nunca fui lo suficiente precavida como para conducir sola los días de nevada, y por supuesto Anna no me dejaría sacar mi Chevy Camaro del 69. Cassie se veía una persona prudente al volante, no creo que sea mala idea.

-         Seguro.- respondo sin más.
-         Estupendo, entonces mañana estoy a las tres y media en tu casa.- fijó ella por primera vez con seguridad,
-         Genial, estaré esperando.- me despedí.
-         OK… Adiós.- ella concedió.

Lo único que faltaba era que el sol hiciera una reluciente aparición mañana por la tarde, eso si que demostraría que el cielo está conmigo.



Por supuesto no todo siempre resulta como uno quiere… pero de todas formas ¡¿Por qué justo tenía que llover tempestuosamente el día menos oportuno?!

-         ¿Odette? ¿Querida?- escuché a tía Anna tocar mi puerta.

Aunque estaba despierta desde que el primer trueno sonó (mas o menos unas tres horas atrás) no estaba de humor para levantarme, y ver como tía Anna y su encandilador impermeable rosa andaban a través de la impetuosa granizada.  
Con este aluvión estaba claro que ninguna de las chicas iba a querer salir a tomar café, vaya suerte tenía.

-         Permiso.- murmuró Anna entrando a mi cuarto.- Odette, pensaba que estabas dormida aún.- señaló al verme sentada en medio de la cama.
-         Yo también.- declaré queriendo pensar que si lo estaba, y más aún, que estaba en una pesadilla.
-         ¿pasa algo?- preguntó sin entender mi comentario anterior.
-         No, solo estoy decepcionada.- abracé mis rodillas.
-         ¿por qué?- inquirió avanzando hasta mí y sentándose a mi lado.
-         Puede sonar infantil, pero tenía muchas ganas de salir hoy…- expresé abatida apoyando mi mentón sobre los brazos.

Tía Anna se acercó más a mí, me abrazó, y acarició delicadamente mi liso cabello rojizo.

-         No tienes por qué apenarte, eres joven y tienes mucho tiempo para salir y disfrutar la vida.- besó mi frente frotando por última vez mi larga melena.
-         Lo sé.- reconocí sin hacer mucho caso a sus palabras.

Mientras Anna me preparaba algo para desayunar me levanté, y arrastré mis pies hasta el baño, obviamente no estaba de buen ánimo esa mañana.
Y al mismo tiempo que me duchaba me puse a analizar la situación; Bueno mi tía no estaba en un error, quizás no era tan mala idea quedarme en casa y aguardar un día más. No era de mi personal interés querer tomar algo de café con chicas que la verdad solo había visto un par de veces en el taller de arte –taller en el cual me había inscrito a principio de año-, enserio me daba lo mismo, es solo Ian… verlo en vacaciones si que me animaba. Podrá ser un capricho, y todo lo demás, pero de igual forma me hacía feliz.

-         hija me voy yendo.- dijo Anna buscando las llaves de su auto en la cartera.
-         Está bien, nos vemos a la tarde.- asentí al tiempo que me acomodaba en el comedor frente a mis panqués.
-         Hoy llego temprano así que espérame a tomar once.- avisó con prisa saliendo por la puerta.
-         Si…- murmuré sin esperanzas de me escuchara.

Miré sin apetito la merienda que tía Anna se había esmerado en cocinar, a pesar de que no podía dejarla ahí sin siquiera hincarle el diente.
Pesqué el tenedor levantando parte de la mal cocinada masa. Bueno si me enfermaba, y caía en cama, sería sin duda a raíz de una buena causa. Posiblemente así alentaría a mi tía a tomar clases de cocina, no le harían nada mal…

Después de comer lavé la loza, hice mi cama, y posteriormente…nada.

Tan aburrida estaba que pensaba volver a tenderme sobre mi cubrecama, y dormir, porque ya a estas alturas era impensable salir a dar un paseo.

Solo levantarme del sillón escucho mi celular sonar en mi habitación.
Sin nada de energía caminé impasiblemente hacia él.

-         ¿alo?
-         ¿Odette?- dijo Cass al otro lado del teléfono.
-         Ah, Cass…- respondí sin más estirándome en mi cama.
-         Hola.- continuó ella.- ¿estás lista?
-         ¿lista? ¿Lista para qué?- inquirí aún aburrida.
-         Es que ayer quedamos en que te iba a pasar a buscar a las tres y media, y faltan quince minutos solamente… entonces me preguntaba si todavía tienes ganas de ir con nosotras.- ella explicó.
-         ¿no se canceló?- casi grité.
-         No, cuando llamé a las demás, todas insistieron en ir.- indicó algo asombrada.- ¿tú irás?
-         Bueno, si ninguna canceló, entonces no veo por qué hacerlo…- fingí imparcialidad.
-         Está bien, entonces en quince minutos estoy por allá.
-         Ok, no hay problema, nos vemos.- me aguanté la sonrisa.
-         Adiós.- colgó Cass.

Al final no todas eran dejadas como yo había pensado, después de todo ¿qué más podría pasar? Es solo lluvia.

Salté de mi cama, y me fui directo al armario, hoy iba a ver  Ian Rose el dios entre los dioses de la secundaria Oxley-Arrow, obviamente debía escoger un buen atuendo.
Ciel saltó sobre mi cama reclamándome su atención.

-         Lo siento amigo, pero creo que hoy te quedarás solito en casa.- le sonreí, mientras volvía mi atención al amontonado closet.

Cassie no demoró mucho en llegar a casa, más bien se demoró justo los quince minutos que habíamos acordado.
Tomé mi cartera, y me aseguré de cerrar bien la puerta con llave.
Corrí al auto de mi amiga para no empaparme, abrí la puerta del copiloto, y me senté a su lado.

-         Hey Cass.- le saludé.
-         Hola Odette.- rió nerviosamente.- wow, te ves espectacular hoy.
-         ¿enserio?- ella asintió.- gracias.

Cass también se veía bien, su corto cabello castaño y sus ojos miel sin duda resaltaban.

-         ¿vas a pasar a buscar a alguien más?
-         No, solo eras tú.- dijo ella poniendo en marcha el auto.- Tricia y Laureen  llegarán en sus propios autos.
-         Ok…- me distraje viendo por la ventana las grandes gotas que él limpia parabrisas deshacía.  
     
Cass encendió la radio, mientras que yo me concentraba en enviarle un mensaje a mi tía. No vaya a ser cosa que piense que me fui de casa o que me raptaron los extraterrestres.

-         Llegamos.- dijo Cass apagando el motor.
-         ¿Ta…tan rápido?- pregunté desbrochándome el cinturón de seguridad.
-         Si, aquí es, pastelería “Le victoria”- pronunció en un francés igual de equívoco que el mío.

Nos bajamos del auto, y cruzamos la calle hacia la pastelería que se veía tan  mona como en los anuncios, ciertamente guardaba el estilo de una caprichosa princesa.

En cuanto entramos al local Cass y yo caímos rendidas por el exquisito aroma que desprendían sus pasteles. Yo de todas formas disimuladamente me las arreglé para fijarme a mí alrededor y buscar a Ian, que al parecer estaba tomando una orden o talvez ayudando en la cocina, porque no lo veía por ninguna parte.

-         Cass, Odette, por aquí.- nos llamó Tricia.

Cass y yo volteamos y vimos a las dos chicas sentadas cerca del mirador. Tricia una trigueña con curvas perfectas, y Laureen una rubia de cuerpo y ojos agraciados nos esperaban con la cartilla en la mano.

-         Hola.- saludo Tricia amigablemente.
-         Hola.- coreamos con Cassie.

Laureen se quedó sentada sin decir nada, solo elevó la mirada y nos sonrió sin mucho conformismo. Que chica tan agradable.- pensé a medio reír.
A mi mala suerte me tocó justo a su lado, y por supuesto no quiso moverse de donde estaba así que se paró de mala gana y me hizo pasar al lado del ventanal. Por supuesto yo solo pensaba en una alternativa; ella también estaba tras Ian, así que quería estar a la orilla por si él se aparecía, mismo plan que había ideado yo minutos antes en el coche de Cass.

-         ¿qué vas a pedir?- me preguntó Tricia.
-         Un café latte, no tengo mucha hambre.- respondí sin siquiera mirar la carta.
-         Yo también.- dijo Laureen a mi lado arreglando su cabello.

Miré por el ventanal fijándome en el tormentoso viento que corría, la gente corriendo para llegar a casa, y los automovilistas despreocupados del mal clima.

-         ¿Qué van a servirse?- preguntó una voz que me aturdió al segundo.

Me di vuelta para comprobar lo que mis oídos advertían.
¡Oh dios! Ian Rose con su resplandeciente traje de mayordomo, wow, quiero decir; ¡doble wow! ¿Cómo es que un chico puede lucir tan bien? esto no podía ser normal, apostaría cualquier cosa a que ningún chico luce así de genial en ese ajustado traje. ¿Me estaba volviendo loca? No, seguro las chicas estaban igual de impactadas que yo.

En cuanto noté el silencio en la mesa, bajé la vista para ponerme al corriente. Tanto Cass como Laureen me miraban sorprendidas por mi obvia alucinación, y Tricia al frente solo se reía disimuladamente.
Entonces me di cuenta de que no eran las únicas que me miraban con desconcierto, Ian Rose a un costado de nuestra mesa, tenía la vista fija en mí, y no exactamente complacido, talvez algo acostumbrado a estas usuales miradas.
Cohibida agaché la cabeza y busqué el cuadernillo con la mano, se podría decir que por primera vez revisé el menú con algo de atención.

-         ¿Qué desea?- me preguntó servicialmente.
-         Emmm…- aclaré mi garganta todavía escondida tras la carta.- quiero unos waffles, un pastel suizo, un brownie, y un café latte.-pedí echándole una que otra miradita a nuestro apuesto mayordomo.
-         Odette.- murmuró Cass.
-         ¿Qué?- alegué en susurros asomando mi cabeza por un costado de la cartilla.
-         La carta.- respondió ella apuntando a Ian, quien parecía estar esperando algo.
-         Ah!...- giré al darme cuenta.- lo siento, toma.- le entregué el menú.
-         Muy bien.- dijo él retirándose.

Que vergüenza, seguro ahora está riéndose de mí con sus colegas en la cocina. Odette Burnett ojala te trague la tierra.

-         No sabía que tenías tanta hambre.- me dijo Tricia aún con gracia.
-         En realidad no la tengo.- contesté confundida.
-         Entonces no debiste pedir casi todo el menú.- contestó sin poder aguantar la risa.
-         ¿Qué? ¿Que hice qué?- inquirí abriendo exageradamente los ojos.
-         No es tan así.- me calmó Cass.- solo pediste un café latte, un pastel suizo, un brownie, y unos waffles.- contó con sus dedos.

Tragué saliva ruidosamente, esto si que era el colmo de los colmos ¿cuándo pedí toda esa comida? Ahora si que debía estarse matando a carcajadas. Espero que no piense que soy una glotona y que me devoro todo lo que haya a mi paso.

-         ¿No te diste cuenta?- insistió Tricia haciéndome sentir aún peor.
-         Por supuesto que no.- interrumpió Laureen.- ¿no la viste? Parecía en otro planeta, obviamente no quería comerse el menú, sino que al mesero.

Me encogí de hombros sin decir ni una palabra. En una situación así no había nada que aclarar, yo ya me había encargado de ello hace mucho rato con mi gansa cara de boquiabierta.
Suspiré pesadamente, y volví mi vista afuera, ahora si que agradecía haberme sentado a la orilla, realmente una buena excusa para no parecer más ridiculizada de lo que ya estaba.

La gente que transitaba por la vereda pasaba apenas, unas casi corriendo, y otras se detenían frente a la pastelería para ver de más cerca las novedades de la nueva tienda. 
De pronto un vago recuerdo volvió a aparecer ante mí. Un muchacho alto, de no más de dieciocho años, pelo platinado, y ojos dorados.

-         Él…- susurré sin quitarle los ojos de encima.