sábado, 12 de febrero de 2011

Extraños: 2º capitulo

          
Bueno aquí les dejo el segundo capitulo del libro, espero les guste! ^^ ♥
                
                 
         Cáp. 2 “Buscando al Rey de la Noche


La tarde había pasado rápidamente, y concluyentemente no había sido nada agradable para mí, dado a que me la pasé buscando por toda la casa algún indicio de ese mal educado animal.
Digo, si alguien te cuida o te ayuda es normal dar las gracias, todo lo contrario a ese chico lobo. En realidad es un tema de modales, no es por justificarle, pero quizás el chico se crió en una manada llena de criaturas igual de raras que él, y seguramente no hablaba mi idioma así que ni modo, solo se marchó para no estorbar… muy lógico viéndolo de esa forma, aunque indiscutiblemente el asunto no tenía ni patas ni cabeza.


Fui a la cocina por algo de comer, ya no tenía energía, y mi estomago no paraba de rugir. Y si bien no era una excelente chef, me las arreglaba bastante bien sola, todo porque desde pequeña tía Anna constantemente viajaba fuera de la ciudad, y para que yo no tuviese problemas en el colegio contrataba a una niñera de tiempo completo por mientras duraba su periodo de trabajo, pero ahora tengo la edad suficiente como para pasar de una.
Saqué unos fideos instantáneos de la gaveta, los puse en una fuente, y les vertí el agua hirviendo encima, freí unos huevos y los coloqué en el plato de fondo. Todo listo en unos simples pasos, aunque he de decir que no es una exquisitez, pero sobrevivo de ello…

Volví a mi habitación, y prendí el notebook que me habían regalado los abuelos para navidad. A pesar de que la verdad era que no hablaba mucho con ellos porque siempre estaban de viaje, así mismo nunca paraban de conocer nuevas culturas y países, además de que no se aparecían mucho por el pueblo dado a ser personas altamente testarudas respecto a los médicos que les recomendaba tía Anna. Jubilosamente ellos viven su vida con mucha pasión, totalmente opuesto a mí que aún me aferro al pasado y a las opiniones de los demás.
Valla, otro día sin correo nuevo… que novedad.
Sentí la cerradura de la puerta sonar, me paré y miré hacia el pasillo.

Nada. ¿Habrá sido mi imaginación, o…? miré nuevamente pero aún así nada se vio.

Todavía sin tener idea de qué hacer prendí el televisor y empecé a hacer zaping, no era muy fanática de la tele, pero había veces que el aburrimiento me ganaba. 

Al rato de poner “The Real World” en MTV escuché mi celular sonar fuertemente desde mi cuarto, seguro lo había dejado en mi chaqueta.
Corrí por el pasillo, sin tener en consideración lo resbalosos que pueden resultar los pisos flotantes. Tomé mi ropa, y la sacudí arriba de la cama. ¡Suerte! Mi móvil fue lo primero en caer.

-         ¿Aló?- contesté apresuradamente antes de que cortaran.
-         ¿A… aló? ¿Odette?- respondió Bonnie.
-         Hola, ¿cómo estás? ¿en tu viaje?
-         Si, o sea aún en el auto de papá…- dijo sin mucho humor.
-         Ya veo… entonces les queda poco para llegar a la playa.- deduje tratando de subirle el ánimo.
-         Claro que no, hubo un problema a mitad de camino, y tuvimos que llamar a una grúa…- suspiró sonando paciente.- así que voy en un auto remolcado.
-         Bueno, pero al menos has salido de Oxley.-

Miré a mí alrededor buscando alguna excusa que me hiciera recapacitar el abrupto rechazo que le había hecho a su suculenta invitación a la costa, pero fue absurdo.

-         Ojala hubieses estado aquí conmigo, no sabes lo aburrido que es ir en el coche de mi padre cantando canciones de los ochenta.- se quejó en voz baja.
-         Lo sé, yo también estoy aburridísima.- indiqué volviendo al living.- esto puede sonar raro, pero, no sabes cuanto hecho de menos el colegio.
-         Tienes razón, pero hay que pensar que solo quedan dos semanas, de ahí de nuevo a odiar la institución, y a los aterradores profes que tiene.
-         Si…- admití volviendo por un momento a mi zaping.
-         Oye Odette ¿volviste bien ayer?- preguntó sin mucho que decir.
-         …Si, por supuesto.- resoplé dejando el control a un lado.- ¿pensabas que podía pasarme algo?
-         No exactamente, pero de todas formas no hay nada malo en ser precavida.- respondió sería.- ¿estas sola?
-         Elementalmente, mi tía no vuelve hasta las ocho.- dije mirando mi reloj pulsera; siete treinta y cinco de la tarde.
-         Ahora estamos llegando, así que… hablamos después.- se despidió distraída.
-         Nos vemos.- corté.

Asombroso, ahora lo único que estaba sintiendo eran unas ganas irreprimibles de viajar a la playa, ponerme mi bikini, y mojarme los pies en el mar. Pero ya era tarde, mi tía seguro que no me dejaba viajar sola en el tren, lastima, me hubiese gustado salir por lo menos el fin de semana.

De pronto una pequeña sacudida en el sofá me hizo estremecer, miré a mi lado y ahí estaba mi altanero y preciado Ciel.
Ciel era el hombre de la casa, bueno no exactamente un hombre, más bien un gatito. Lo encontré justo después del accidente de mis padres, según Anna sería una buena idea conservarlo, tener alguien para no sentirme tan sola  mientras ella no estaba, y aprender a responsabilizarme por los demás.

Ciel se recostó sobre mi regazo y ronroneó levemente hasta quedarse dormido junto conmigo.

Somnolienta aún, y Sentada en el sillón con Ciel, escuché zumbar el motor del auto de mi tía afuera en el patio. Restregué mis parpados y me levanté silenciosamente dejando a mi gato a un lado.
La puerta del comedor se abrió, y segundos más tarde tía Anna estaba en casa.

-         Hola querida.- saludó mi tía dirigiéndose directo al baño.
-         Hola.
-         Espérame voy a lavarme las manos y vuelvo de inmediato.- indicó ella apurada.         

Asentí y volví a sentarme en el sofá al lado de mi negro gatito.

-         ¿ya cenaste?- preguntó mi tía en el baño secándose las manos con la puerta abierta.
-         No, aún no.- respondí aburrida cambiándole el canal a la tele.
-         ¿quieres que te prepare algo? ¿huevos? ¿ensalada?- inquirió revisando el refrigerador.- vaya, no queda mucho aquí…- murmuró
-         No gracias, acabo de almorzar.- admití volviendo la cabeza hacia la cocina.
-         Entonces creo que seré solo yo esta vez…- expresó sin preguntarme acerca de las actividades de mi aburrida tarde.

Después de cenar, tía Anna se retiró a su habitación para terminar el proyecto que presentaría la semana entrante en su oficina. Según ella era tan solo uno más de sus trabajos, sin embargo se le veía igual de entusiasmada que siempre.

Antes de dirigirme a mis aposentos tomé de la despensa algo del café afrodisíaco que había comprado Anna en el mercado central hace más de una semana, tenía un buen aspecto, y para qué hablar de su aroma. Me llevé la taza a mi cuarto pensando en tomármela mientras nuevamente revisaba mi correo, me entretenía un poco frente a la computadora, le echaba un vistazo a la pagina del instituto, y por qué no también escribirle algo agradable a Bonnie. Porque seriamente muchas alternativas no tenía.

Ya habían pasado dos horas y aún seguía en la computadora sin gana alguna de irme a la cama y dormir. Maldito café estimulante.- pensé cayendo pesadamente sobre mi cubrecama.  

-         ¡Auch!- solté sobándome la espalda.- dolió…- susurré mirando hacia tras.

Desafortunadamente llevaba el desorden en la sangre, aunque también era muy probable que con el tiempo lo hubiese obtenido gracias a la costumbre de mi poca organizada tía. Bueno pero el tema no era ese, ahora más bien me tenía que preocupar de ordenar el caos que había montado arriba de mi colcha.
Levanté mi chaqueta, y la colgué en el perchero a una esquina de la habitación.
Me volví hacia el catre para seguir con la limpieza, y fue entonces cuando lo vi. Un arrugado pedazo de tela blanca, levemente enrojecido en el centro.
¡OMG! Que suerte tengo. Gracias a mi ya nombrado desorden había encontrado una pequeña evidencia que probaría que de verdad no estaba loca, y que muy por el contrario; estaba en lo cierto, yo, Odette Burnett tenía en mi poder la prueba más segura de que los hombres lobos si existían. 

Sin poder evitarlo comencé a reírme como una lunática, agarré el pedazo de gasa, y lo empecé a exhibir como si fuese el premio oscar, evidentemente estaba fuera de mis carriles. Sin duda algo para no ver.

Por un momento paré de hacer el ridículo, y me dirigí a la habitación de tía Anna para asegurarme de no haber sido escuchada. Abrí sigilosamente su puerta, y metí mi cabeza por la pequeña apertura que había dejado. Afortunadamente ella estaba con audífonos y concentrada en su “rincón recreativo”, apodo que le dio a su escritorio, y área de trabajo.
Volví a mi recamara aún con el vendaje en la mano (solo por seguridad), cerré las cortinas, y me senté en la cama meditando sobre un buen lugar para esconder la ¡bendita gasa! Porque obviamente no podía dejarla por ahí, si tía Anna la descubría seguro la botaría, o peor, pensaría que estoy metida en alguna secta gótica y que me dedicaba a atesorar ese tipo de “cosas”.

Me paré apresuradamente, ya me acordaba de un buen lugar. No era tan genial, solo se trataba de un pequeño error de construcción en la pared derecha de mi cuarto, una cerámica suelta para ser más exactos.
A simple vista era imposible notarla porque un póster de mediana altura la tapaba.
Meticulosamente despegué los bordes de la fotografía que personalmente Anna había escogido para mí en uno de sus tantos viajes a Europa.
Saqué la cerámica, e introduje el valioso vendaje dentro de un pequeño joyero de madera que más bien parecía una simple caja de fósforos.
Volví a colocar la cerámica y a pegar la cinta adhesiva, y me alejé un par de pasos para apreciar bien mi obra de arte. Perfecto, esto si que era como “aquí no ha pasado nada”.
Caí de espaldas en mi cama, satisfecha por los frutos del día, aunque realmente no fuese mucho, puesto que evidentemente la venda solo era un descubrimiento personal, o sea, de aquí no podía salir, porque si alguien llegaba a enterarse…;primero; no le creería a  una adolescente, menos a una con bajas calificaciones y aventurada personalidad, segundo; ningún periódico me recibiría la noticia con los brazos abiertos –obviamente-, probablemente lo que publicarían sería otra cosa, quizás: “chica perturbada de secundaría fantasea con licántropos en la pequeña localidad de Oxley”, y por último; si lo mando a un laboratorio a investigar seguro que me mandan una nota de vuelta pidiendo que no golpee injustificadamente a los perros, hasta incluso puede que me manden a los de Greenpeace (¡Que miedo!).
Pero de todas formas no esperaba quedarme sentada sin hacer nada, menos morir sin tener al menos otro avistamiento. Que gracia, eso era justo lo que estaba haciendo en ese momento.  
¿Sería buena idea salir a estas horas de la noche? Ya eran las diez con diecisiete minutos, si me pillan seguro que me gano un buen castigo… y ya que estamos, solo he sido castigada dos veces en mi vida, y ni recordaba el motivo, sin duda había pasado mucho tiempo. Talvez mañana podría arriesgarme, porque por hoy estoy vana.

Recostada sobre mis brazos apunto de quedarme dormida, sentí mi móvil vibrar en el bolsillo de mi chándal.

-         Ah! Es Cass.- murmuré mirando la resplandeciente pantalla.

Cassie era otra amiga, no tan cercana como Bonnie, pero al fin y al cabo no podía decirle tan solo una conocida. Por muchos años fuimos vecinas, hasta solo hace un par de años, cuando su padre que es dueño de una empresa de cecinas decidió agrandar su terreno y comprar casa al otro lado del pueblo. Que risa, e incluso pensar que sus papás eran hippies ¿cómo se les ocurrió abrir como negocio una fiambrería? Según tía Anna tanto así era su fanatismo por el estilo hippie en su época que hasta le habían puesto Sunshine a su hija mayor pensando en el buen clima que podría traer a Oxley. Indudablemente era de esperarse el resultado. 

-         ¿Alo?
-         ¿Alo? ¿Odette?- respondió Cass con su suave tono de voz.
-         Hola Cass ¿cómo estas?- pregunté frotándome la frente.
-         Hummm… estoy bien ¿y tú?- noté su avergonzada voz.
-         También lo estoy.- respondí tratando de sonar como una regocijada chica a mitad de sus vacaciones sonaría.
-         Que bien, se nota que lo estas disfrutando.
-         si ella supiera…”- pensé
-         Si…- reí disimuladamente.- ¿y a qué se debe tu llamado?
-         ¡Ah! Verdad…- se interrumpió.- esto… bueno, Bonnie me llamó hace un rato por la tarea de geometría que hizo el prof…- se detuvo, y volvió a hablar.- lo siento, eso no era. Bueno, lo que pasa es que ella me contó de que tú no habías podido asistir con ella y su familia al viaje… entonces me estaba preguntando ¿si es que mañana tenías planes? bueno si los tienes no hay problema podemos dejarlo para otro día, o si no, o si no…- se enredó sola.
-         Entiendo.- le dije sintiendo algo de compasión por ella y su candorosa personalidad.- ¿quieres que salgamos mañana?
-         Si, pero no seríamos las únicas, dos chicas más del taller también irán.- indicó sensiblemente, al parecer preocupada por mi.
-         Oh… está bien, no me importa.- manifesté.
-         ¿entonces irás?
-         Claro, será divertido.- comenté alegre por tener al fin una salida.
-         Gracias.- masculló Cass.
-         Y a todo esto… ¿dónde es?
-         Es la nueva pastelería que se instaló en el centro, al lado del Dug-Market.
-         Ah ya me acuerdo, si, la pastelería “Le victoria”- pronuncié con un vago acento francés.
-         Sí, esa… es que Tricia quiere ir porque los camareros se visten de sirvientes igual que en esas animaciones japonesas que ella tanto ve, además me contó que fue a la inauguración la semana pasada y vio que ahí trabaja Ian Rose, además…- dejé de prestarle atención.

¿Ian Rose? ¡Já! Este debía ser mi día de suerte, gracias diosito, juro que mañana no malgastaré o usaré mal el dinero en esa elegante pastelería. ¡Rotundamente no lo haré!

-         ¡C…cu…cuenta conmigo! ¡Cuenta conmigo!- grité al teléfono.
-         …si, entonces nos vemos mañana.- respondió Cass claramente confundida.- ¡ah! Mamá me prestará su Toyota ¿paso a buscarte?

Miré hacia fuera, la nieve aún se amontonaba en las veredas y en el pórtico de las casas vecinas. Nunca fui lo suficiente precavida como para conducir sola los días de nevada, y por supuesto Anna no me dejaría sacar mi Chevy Camaro del 69. Cassie se veía una persona prudente al volante, no creo que sea mala idea.

-         Seguro.- respondo sin más.
-         Estupendo, entonces mañana estoy a las tres y media en tu casa.- fijó ella por primera vez con seguridad,
-         Genial, estaré esperando.- me despedí.
-         OK… Adiós.- ella concedió.

Lo único que faltaba era que el sol hiciera una reluciente aparición mañana por la tarde, eso si que demostraría que el cielo está conmigo.



Por supuesto no todo siempre resulta como uno quiere… pero de todas formas ¡¿Por qué justo tenía que llover tempestuosamente el día menos oportuno?!

-         ¿Odette? ¿Querida?- escuché a tía Anna tocar mi puerta.

Aunque estaba despierta desde que el primer trueno sonó (mas o menos unas tres horas atrás) no estaba de humor para levantarme, y ver como tía Anna y su encandilador impermeable rosa andaban a través de la impetuosa granizada.  
Con este aluvión estaba claro que ninguna de las chicas iba a querer salir a tomar café, vaya suerte tenía.

-         Permiso.- murmuró Anna entrando a mi cuarto.- Odette, pensaba que estabas dormida aún.- señaló al verme sentada en medio de la cama.
-         Yo también.- declaré queriendo pensar que si lo estaba, y más aún, que estaba en una pesadilla.
-         ¿pasa algo?- preguntó sin entender mi comentario anterior.
-         No, solo estoy decepcionada.- abracé mis rodillas.
-         ¿por qué?- inquirió avanzando hasta mí y sentándose a mi lado.
-         Puede sonar infantil, pero tenía muchas ganas de salir hoy…- expresé abatida apoyando mi mentón sobre los brazos.

Tía Anna se acercó más a mí, me abrazó, y acarició delicadamente mi liso cabello rojizo.

-         No tienes por qué apenarte, eres joven y tienes mucho tiempo para salir y disfrutar la vida.- besó mi frente frotando por última vez mi larga melena.
-         Lo sé.- reconocí sin hacer mucho caso a sus palabras.

Mientras Anna me preparaba algo para desayunar me levanté, y arrastré mis pies hasta el baño, obviamente no estaba de buen ánimo esa mañana.
Y al mismo tiempo que me duchaba me puse a analizar la situación; Bueno mi tía no estaba en un error, quizás no era tan mala idea quedarme en casa y aguardar un día más. No era de mi personal interés querer tomar algo de café con chicas que la verdad solo había visto un par de veces en el taller de arte –taller en el cual me había inscrito a principio de año-, enserio me daba lo mismo, es solo Ian… verlo en vacaciones si que me animaba. Podrá ser un capricho, y todo lo demás, pero de igual forma me hacía feliz.

-         hija me voy yendo.- dijo Anna buscando las llaves de su auto en la cartera.
-         Está bien, nos vemos a la tarde.- asentí al tiempo que me acomodaba en el comedor frente a mis panqués.
-         Hoy llego temprano así que espérame a tomar once.- avisó con prisa saliendo por la puerta.
-         Si…- murmuré sin esperanzas de me escuchara.

Miré sin apetito la merienda que tía Anna se había esmerado en cocinar, a pesar de que no podía dejarla ahí sin siquiera hincarle el diente.
Pesqué el tenedor levantando parte de la mal cocinada masa. Bueno si me enfermaba, y caía en cama, sería sin duda a raíz de una buena causa. Posiblemente así alentaría a mi tía a tomar clases de cocina, no le harían nada mal…

Después de comer lavé la loza, hice mi cama, y posteriormente…nada.

Tan aburrida estaba que pensaba volver a tenderme sobre mi cubrecama, y dormir, porque ya a estas alturas era impensable salir a dar un paseo.

Solo levantarme del sillón escucho mi celular sonar en mi habitación.
Sin nada de energía caminé impasiblemente hacia él.

-         ¿alo?
-         ¿Odette?- dijo Cass al otro lado del teléfono.
-         Ah, Cass…- respondí sin más estirándome en mi cama.
-         Hola.- continuó ella.- ¿estás lista?
-         ¿lista? ¿Lista para qué?- inquirí aún aburrida.
-         Es que ayer quedamos en que te iba a pasar a buscar a las tres y media, y faltan quince minutos solamente… entonces me preguntaba si todavía tienes ganas de ir con nosotras.- ella explicó.
-         ¿no se canceló?- casi grité.
-         No, cuando llamé a las demás, todas insistieron en ir.- indicó algo asombrada.- ¿tú irás?
-         Bueno, si ninguna canceló, entonces no veo por qué hacerlo…- fingí imparcialidad.
-         Está bien, entonces en quince minutos estoy por allá.
-         Ok, no hay problema, nos vemos.- me aguanté la sonrisa.
-         Adiós.- colgó Cass.

Al final no todas eran dejadas como yo había pensado, después de todo ¿qué más podría pasar? Es solo lluvia.

Salté de mi cama, y me fui directo al armario, hoy iba a ver  Ian Rose el dios entre los dioses de la secundaria Oxley-Arrow, obviamente debía escoger un buen atuendo.
Ciel saltó sobre mi cama reclamándome su atención.

-         Lo siento amigo, pero creo que hoy te quedarás solito en casa.- le sonreí, mientras volvía mi atención al amontonado closet.

Cassie no demoró mucho en llegar a casa, más bien se demoró justo los quince minutos que habíamos acordado.
Tomé mi cartera, y me aseguré de cerrar bien la puerta con llave.
Corrí al auto de mi amiga para no empaparme, abrí la puerta del copiloto, y me senté a su lado.

-         Hey Cass.- le saludé.
-         Hola Odette.- rió nerviosamente.- wow, te ves espectacular hoy.
-         ¿enserio?- ella asintió.- gracias.

Cass también se veía bien, su corto cabello castaño y sus ojos miel sin duda resaltaban.

-         ¿vas a pasar a buscar a alguien más?
-         No, solo eras tú.- dijo ella poniendo en marcha el auto.- Tricia y Laureen  llegarán en sus propios autos.
-         Ok…- me distraje viendo por la ventana las grandes gotas que él limpia parabrisas deshacía.  
     
Cass encendió la radio, mientras que yo me concentraba en enviarle un mensaje a mi tía. No vaya a ser cosa que piense que me fui de casa o que me raptaron los extraterrestres.

-         Llegamos.- dijo Cass apagando el motor.
-         ¿Ta…tan rápido?- pregunté desbrochándome el cinturón de seguridad.
-         Si, aquí es, pastelería “Le victoria”- pronunció en un francés igual de equívoco que el mío.

Nos bajamos del auto, y cruzamos la calle hacia la pastelería que se veía tan  mona como en los anuncios, ciertamente guardaba el estilo de una caprichosa princesa.

En cuanto entramos al local Cass y yo caímos rendidas por el exquisito aroma que desprendían sus pasteles. Yo de todas formas disimuladamente me las arreglé para fijarme a mí alrededor y buscar a Ian, que al parecer estaba tomando una orden o talvez ayudando en la cocina, porque no lo veía por ninguna parte.

-         Cass, Odette, por aquí.- nos llamó Tricia.

Cass y yo volteamos y vimos a las dos chicas sentadas cerca del mirador. Tricia una trigueña con curvas perfectas, y Laureen una rubia de cuerpo y ojos agraciados nos esperaban con la cartilla en la mano.

-         Hola.- saludo Tricia amigablemente.
-         Hola.- coreamos con Cassie.

Laureen se quedó sentada sin decir nada, solo elevó la mirada y nos sonrió sin mucho conformismo. Que chica tan agradable.- pensé a medio reír.
A mi mala suerte me tocó justo a su lado, y por supuesto no quiso moverse de donde estaba así que se paró de mala gana y me hizo pasar al lado del ventanal. Por supuesto yo solo pensaba en una alternativa; ella también estaba tras Ian, así que quería estar a la orilla por si él se aparecía, mismo plan que había ideado yo minutos antes en el coche de Cass.

-         ¿qué vas a pedir?- me preguntó Tricia.
-         Un café latte, no tengo mucha hambre.- respondí sin siquiera mirar la carta.
-         Yo también.- dijo Laureen a mi lado arreglando su cabello.

Miré por el ventanal fijándome en el tormentoso viento que corría, la gente corriendo para llegar a casa, y los automovilistas despreocupados del mal clima.

-         ¿Qué van a servirse?- preguntó una voz que me aturdió al segundo.

Me di vuelta para comprobar lo que mis oídos advertían.
¡Oh dios! Ian Rose con su resplandeciente traje de mayordomo, wow, quiero decir; ¡doble wow! ¿Cómo es que un chico puede lucir tan bien? esto no podía ser normal, apostaría cualquier cosa a que ningún chico luce así de genial en ese ajustado traje. ¿Me estaba volviendo loca? No, seguro las chicas estaban igual de impactadas que yo.

En cuanto noté el silencio en la mesa, bajé la vista para ponerme al corriente. Tanto Cass como Laureen me miraban sorprendidas por mi obvia alucinación, y Tricia al frente solo se reía disimuladamente.
Entonces me di cuenta de que no eran las únicas que me miraban con desconcierto, Ian Rose a un costado de nuestra mesa, tenía la vista fija en mí, y no exactamente complacido, talvez algo acostumbrado a estas usuales miradas.
Cohibida agaché la cabeza y busqué el cuadernillo con la mano, se podría decir que por primera vez revisé el menú con algo de atención.

-         ¿Qué desea?- me preguntó servicialmente.
-         Emmm…- aclaré mi garganta todavía escondida tras la carta.- quiero unos waffles, un pastel suizo, un brownie, y un café latte.-pedí echándole una que otra miradita a nuestro apuesto mayordomo.
-         Odette.- murmuró Cass.
-         ¿Qué?- alegué en susurros asomando mi cabeza por un costado de la cartilla.
-         La carta.- respondió ella apuntando a Ian, quien parecía estar esperando algo.
-         Ah!...- giré al darme cuenta.- lo siento, toma.- le entregué el menú.
-         Muy bien.- dijo él retirándose.

Que vergüenza, seguro ahora está riéndose de mí con sus colegas en la cocina. Odette Burnett ojala te trague la tierra.

-         No sabía que tenías tanta hambre.- me dijo Tricia aún con gracia.
-         En realidad no la tengo.- contesté confundida.
-         Entonces no debiste pedir casi todo el menú.- contestó sin poder aguantar la risa.
-         ¿Qué? ¿Que hice qué?- inquirí abriendo exageradamente los ojos.
-         No es tan así.- me calmó Cass.- solo pediste un café latte, un pastel suizo, un brownie, y unos waffles.- contó con sus dedos.

Tragué saliva ruidosamente, esto si que era el colmo de los colmos ¿cuándo pedí toda esa comida? Ahora si que debía estarse matando a carcajadas. Espero que no piense que soy una glotona y que me devoro todo lo que haya a mi paso.

-         ¿No te diste cuenta?- insistió Tricia haciéndome sentir aún peor.
-         Por supuesto que no.- interrumpió Laureen.- ¿no la viste? Parecía en otro planeta, obviamente no quería comerse el menú, sino que al mesero.

Me encogí de hombros sin decir ni una palabra. En una situación así no había nada que aclarar, yo ya me había encargado de ello hace mucho rato con mi gansa cara de boquiabierta.
Suspiré pesadamente, y volví mi vista afuera, ahora si que agradecía haberme sentado a la orilla, realmente una buena excusa para no parecer más ridiculizada de lo que ya estaba.

La gente que transitaba por la vereda pasaba apenas, unas casi corriendo, y otras se detenían frente a la pastelería para ver de más cerca las novedades de la nueva tienda. 
De pronto un vago recuerdo volvió a aparecer ante mí. Un muchacho alto, de no más de dieciocho años, pelo platinado, y ojos dorados.

-         Él…- susurré sin quitarle los ojos de encima. 

domingo, 30 de enero de 2011

Love in "the" Dark Side♥


Capitulo uno de mi primera novela, espero les guste!! ^^ Karu-chan♥

Love in the Dark Side

Cap. 1

- Perfecto.- dije, tirándome a la cama de un salto.

Estaba cansada, había estado toda la tarde ordenando mis maletas para mudarme al maldito internado de acaudalados, el instituto Dark Side. Donde mis padres habían decidido mandarme luego de empezar sus trámites de divorcio.

Según mis papás era mejor para mí estar lejos de todo ese papeleo, pero por más que trataran de ocultarlo sabía muy bien la razón de aquella simple idea.

Muy bien se podría decir que me complementaba perfectamente con mis padres, era la hija perfecta para ellos, con la excepción de que por nuestras venas no corría la misma sangre. Si, no era hija legítima de los Greepz, pero eso no impedía que ellos me trataran como una.

Desde pequeña estuve enterada de mi situación, aunque sabía que ellos me amaban – y yo a ellos, obviamente.- trataba de sobresalir en todo para ser la hija “ideal” hasta que extraños sucesos en medio de mi pubertad cambiaron mi vida, y mis posibles objetivos.

Nunca fui popular, ni aunque fuera sobresaliente, y sacara los mejores puntajes en los exámenes, claro que tenía amigos, o tal vez sería más adecuado llamarlos conocidos, las amistades comprometían aspectos que estos no cumplían ni por casualidad. Lo admito, puedo resultar un poco antisocial, pero así es cómo me sentía diariamente, cada día de mi vida. La palabra soledad podía percibirse enmarcada en mi alma, sin embargo no era algo alarmante para mí, ya que concientemente ha sido provocada por mí. Se que suena algo radicalmente estúpido, o sin sentido, pero si ellos tuvieran la menor idea de cómo es estar en mis zapatos, lo más probable es que se aislarían de los demás tanto como yo de ellos.

Si se preguntan que es lo tan terrible de ser yo, podría ser difícil de explicar, hasta el punto de no saber quien soy.

Se podría decir que mis capacidades van más allá de lo normal, y no lo digo en un término intelectual. No, tampoco veo gente muerta, ni leo mentes, ni mucho menos hablo con animales. Solo que me resulta fácil saber “cosas” que para el resto sería imposible de apreciar. Mis capacidades no son tan asombrosas, ni siquiera admirables, por lo que he guardado el secreto para no dañar nadie, y placenteramente ha dado resultado. Saber cuando la muerte se aproxima, y no poder hacer nada para impedirlo es frustrante, no es que sepa cuando va a suceder ni nada parecido, pero el aire me lo advierte -no tengo súper olfato- solo lo sé. Y aunque trataba de evitar ese tipo de situaciones, acababa siempre en ellas. Mis padres ya habían empezado a sospechar al respecto, por lo que decidieron que la mejor solución era mandarme de visita donde la abuela Ana en el campo, por lo menos hasta que la situación se calmara.

Al ver que la situación se complicaba aún más, debido a la muerte de varios de los animales que rondaban por el lugar, aunque debo decir que todas sus muertes fueron naturales, ni la mínima sospecha de la intervención del hombre, ni de mis extraños dones - si es que se le pueden llamar así-, Volví a la ciudad con mis padres, y con ellos, dos de sus semanas recreativas en las que resulté como testigo de dos accidentes automovilísticos, donde los daños no fueron menores, y en el cual los muertos no hicieron más que aumentar el odio a mi misma. Y para terminar la última semana “recreativa” mis padres me llevaron al psicólogo para tratar de sanar los innumerables traumas que posiblemente tenía. Y debo decir que fue la peor idea que se les ocurrió.

Cuando la sesión terminó sin ningún alentador resultado bajé al recibidor del edificio para encontrarme con mis padres, no sin antes esperar varios minutos el ascensor, -lo que me hartó bastante- por lo que decidí ser la excepción y bajar por las escaleras, que no resultaron ser tan agotadoras como pensé que serían.

Al llegar al recibidor inmediatamente percibí la presencia de la muerte, instintivamente me volví hacía el ascensor que aún no llegaba al primer piso, corrí escaleras abajo tratando de llegar al elevador para impedir que la gente ascendiera a él. Pero mis piernas no ayudaron mucho, caí escaleras abajo, mi tobillo se torció, y me golpeé la nariz produciendo súbitamente una tremenda hemorragia nasal. Lo único que alcancé a hacer fue llamar la atención de todos, pero eso no sirvió para evitar el terrible accidente que se produjo minutos más tarde. El ascensor cayó del primer piso al subterráneo que se encontraba dos pisos más abajo, aunque las muertes no excedieron de dos personas -siendo que en el ascensor había más de seis.- La desgracia llenó mis pensamientos, y las lágrimas atestaron mis ojos de una manera que ya conocía muy bien; la rabia y el horror.

Y ahora estaba aquí tirada tratando de asimilar toda mi vida en un lapso de segundos interminables.

Me levanté, y miré a mi alrededor buscando algo que pudiese haber olvidado, pero eso ya me lo había preguntado antes, por lo que resolví escuchar un poco de música antes de dormir, para relajarme aunque fuese solo un momento.

A la mañana siguiente ya estaba de camino a mi nuevo infierno, Dark side.

Mientras iba en el tren noté cómo cambiaba el clima, todo en Hegreland era soleado, en cambio e Soul Fallen era una de esas ciudades que traía depresión a los jóvenes por ser tan triste, lluviosa, y sobre todo tan alejada de la luz. Una ciudad digna para un Gótico o un Emo, y yo definitivamente no era uno de ellos, más bien era una chica normal, mi ropa era adecuada, mi pelo no tenía un peinado extrovertido, para nada, en realidad era oscuro, largo hasta la cintura, y nunca había sido tocado por manos de expertos, y tampoco era que lo necesitara. Lo único raro en mi cuerpo eran mis ojos, ni mis padres sabían cómo describirlos, según mi opinión eran anaranjados, pero según mi madre eran dorados.

El auto que se encontraba afuera de la estación me llevó a mi nuevo hogar. El camino no parecía tan largo, pero ridículamente su vegetación lo hacía ver interminable, las ramas de los árboles se extendían metros arriba de los postes eléctricos haciendo del viaje algo más intrigante. Decidí no maravillarme tanto con esa extraña atmósfera, y bajar la vista para seguir consiente de la situación, nada me convencería más que la realidad para darme cuenta de que esto no era algo de lo qué sorprenderse, ni emocionarse, si no más bien de algo para sentirse olvidada.

El internado de Dark side me hacía recordar los antiguos castillos medievales a los que tanto le temía cuando veía los documentales del Discovery Channel, en los que se hacían apariciones de los antiguos dueños, y de las cientos de víctimas que habían muerto en él. Sus viejas murallas de ladrillo, sus elegantes, pero, umbrosos ventanales de cristal, las imperecederas enredaderas que lo cubrían, en fin… Todo en él me era peculiarmente escalofriante.

La señora Dolores, la encargada de recibir a los alumnos nuevos me acogió en el vestíbulo del enorme castillo y me llevó hasta mi habitación ascendiendo por las distinguidas escaleras de madera lustrada, otorgándome una pequeña charla de las actividades del colegio, y sus logros académicos.

Mi habitación era más grande de lo que había pensado, y con un enorme ventanal que daba al patio trasero del establecimiento -y al enorme bosque que se encontraba detrás de él-. La habitación era lila, con pequeños detalles en las puertas que eran extremadamente blancas, había repisas, un baño, y camas. Era perfecto.

¡¡Esperen!! ¿Dos camas?

v disculpe, ¿por qué hay dos camas?- pregunté nerviosa.

v Señorita Greepz, pensé que estaba al tanto de que las piezas son compartidas. De todas formas esto no debería suponerle ningún problema, ya que la señorita Luna, su nueva compañera, es una muy buena alumna igual que usted, además...

Mi mente voló pidiendo rápidamente excusas mientras la señora Dolores seguía con su discurso de moralidad y comodidad en el compartir cuartos.

Pero no se me ocurría ninguna bastante buena, además de ser muy mala para mentir. Perfectamente podría inventar la excusa de que era sonámbula, pero temí que lo confirmara en mi registro medico, o peor... con mis padres.

Antes de poder dar una excusa bastante creíble como para que de una vez por todas me dejara alejada de todos, se abrió la puerta, y una chica de melena rubia entró en la habitación.

v Ah, justo a tiempo señorita Delongre, esta es su nueva compañera, la señorita Charlotte Greepz.- mi nueva compañera dio un paso al frente hacía mí, y me miró de pies a cabeza con notoria insatisfacción.- y ella es Luna Delongre, excelente alumna, y sobre todo, miembro de nuestro admirable consejo de alumnos.-

v Un placer, espero ser de ayuda si necesitas saber algo, o estas confundida, con respecto a los estudios por supuesto.- dijo Luna con una radiante sonrisa.

Expresión que no me impresionó tanto como lo hizo con la señora Dolores, quien parecía alucinar con tanta belleza y carisma. Pero a mi no me engañaba, siempre fui lo bastante perceptiva como para darme cuenta de lo que pensaban o querían los demás, – se podría decir que era otro de mis “dones”.- cosa que aquí me quedaba claro que ella solo lo hacía para agradarle a los demás, y no específicamente a mí.

v Claro, me serías de mucha ayuda, estoy llena de curiosidad en este mismo momento.

Inminentemente una chispa de incredulidad cubrió sus ojos, una mala señal para otros, pero para mí no era problema, ya tenía suficientes como para cargarme con uno más.

v Bueno, creo que las dejo solas para que conversen, y aclares sus dudas, Luna.

v Gracias por su ayuda señorita Dolores.- Exclamé.

La mujer sonrió con jubilo, parecía complacida al pensar que todavía parecía joven, tan solo por el hecho de llamarla así, sin siquiera darse cuenta que lo había hecho intencionalmente. Perfecto.

v Solo para que sepas, no tengo tiempo para tus preguntas.- dijo Luna con tono indiferente en cuanto se cerró la puerta.- solo te aclararé algo importante; por ningún motivo toques mis cosas.

v No te preocupes por mí, no pienso quedarme por mucho tiempo aquí.- dije imitando su tono, y volteándome hacía mis maletas.- pienso mudarme de habitación este mismo día.

v “Gracias a Dios” entendiste el mensaje.- dijo ella con un tono sarcástico al principio de la oración.

v Que sepas que esto no lo hago por ti.- indiqué malhumorada, sin mirarla.

v Y entonces ¿por quién?- Luna volvía a ser sarcástica, se movió ligeramente hacía mí, reclamando mi atención.- que yo sepa, no soy algo de lo que huir, al contrario, debería de agradarte la idea, incluso desear ser mi amiga. Te lo repito, no debería resultar algo extraño, o de rehuir, ¿no?

v Pero yo sí. De todas formas deberías dejar de hacer preguntas, en vez de eso deberías alegrarte de que nadie monopolizará tu espacio.- Luna eludió mi comentario. Mi respuesta le había causado curiosidad, una que reconocía muy bien, y que no estaba dispuesta a satisfacer.- será mejor que vaya ahora mismo a hablar con la coordinadora antes de que empiecen las clases y me sea imposible cambiar.

Luna agarró mi brazo con una fuerza que nunca hubiese creído que fuera de una sola persona, menos de una adolescente tan menuda como ella.

v ¿A qué te refieres cuando dices que tú si eres peligrosa?- Luna todavía estaba intrigada, y no era para menos. Talvez ahora se estaba preguntado si era yo capaz de ser una psicópata.

v No he matado, ni herido a nadie, si es lo que estas pensando.- dije precipitadamente para aclarar su mente.

v ¿Entonces? ¿podrías explicarte?- exigió Luna con tono autoritario y la mirada fija.

v No es de tu incumbencia, no es como si te fuera a hacer daño.- murmuré aclarándome la garganta.

v No es que me hubieras dado miedo, solo tengo curiosidad.- aclaró Luna soltando mi brazo bruscamente.

v Eso esta claro.- dije acariciándome el brazo que de tanta fuerza había quedado rojo, -seguro que me saldrá un cardenal-, ¡que irritante!- será mejor que me valla.

Salí furiosa de la habitación, pero antes di un estremecedor portazo.

-A ver qué hace Luna con eso.- pensé.

Estaba tan enrabiada, estuve a punto de decírselo todo a Luna, si ella no hubiese cedido lo más probable es que a estas alturas ella estuviese enterada de todo.

Recorrí el pasillo hasta llegar a las escaleras, las que bajé cuidadosamente para no caer como lo había echo la última vez. El eco de mis pasos me hacía mirar atrás para cerciorarme de que no hubiese ningún espíritu rondando por la zona. El lugar se me hacía cada vez más tétrico, y el clima que hacía afuera no ayudaba en nada. Llegué hasta el escaparate donde le pedí ayuda a la secretaría que se encontraba ahí, ella me indicó el pasillo que me llevaba hasta la oficina de la coordinadora, le agradecí y seguí mi camino con más prevención que nunca.

El pasillo estaba lleno de pinturas antiquísimas, que parecían ser de la época del renacimiento. Llegue hasta la antepenúltima puerta que tenía un letrero que decía claramente “Coordinación” bajé la vista hacía la manilla de la puerta, pensé entrar sin anunciarme, pero mis modales me retuvieron en mi lugar, y mi mano involuntariamente golpeteó sobre la madera barnizada.

v Adelante.- chilló una voz en el interior, definitivamente poco atractiva.

Asomé la cabeza. La oficina era bastante acogedora. Fijé mí vista en la señora que atendía que era “solo un poco maciza”, pero que al parecer era bastante elegante como para ser una simple coordinadora de escuela.

v pasa, tú debes ser la nueva estudiante, ¿me equivoco?- preguntó al ver mi vacilación.

No estaba acostumbrada a que me reconocieran, menos como la nueva, pero como había entrado en una fecha tan poco frecuente -al inicio del segundo trimestre-, todos me reconocerían, ya estaba claro...

v si, permiso.- me senté enfrente de la coordinadora, esperando que me preguntara sobre mi visita.

v Y ¿qué te trae por acá?...Charlotte.- preguntó mirando la lista de alumnos que se encontraba a su lado.

v Siento interrumpirla, pero debo pedirle que por favor me asigne una nueva habitación, si no fuera mucho problema.- agregué al notar el tono autoritario de mi voz.

v ¡Oh! Querida, ¿es que acaso no te llevas bien con tu compañera... la señorita Luna?- preguntó nuevamente confirmando la lista de su costado.- porque si es por eso, creo que tu decisión es muy precipitada.

v No, no es eso... ella no es el problema.- expliqué tratando de aclarar mis ideas.

v De todas formas, sea cual sea el problema, no hay más habitaciones disponibles, tuviste suerte en que hubiese cupo, talvez el próximo año, cuando los alumnos de cuarto se gradúen...-

Fantástico, recorrí todo ese largo tramo para nada, y ahora nuevamente tendría que hacerlo, y lo más probable es que Luna estuviese al tanto de todo eso, y para fastidiarme no me había querido contar.

v En ese caso, el próximo año.- concreté levantándome rápidamente, sujetando el borde de la silla para darme mayor impulso. Me volví nuevamente hacía la coordinadora antes de salir.- Gracias de todos modos.

v De nada hija, vuelve cuando tengas alguna duda, para eso estoy.

v Gracias.- indiqué reiteradamente asintiendo con la cabeza.

Salí de la oficina echando chispas, en cuanto tuve conciencia de que estaba sola en el pasillo, pisoteé el piso de mala gana, como una niña pequeña haciendo berrinche. Anduve a zancadas por el pasillo, hasta llegar al recibidor. Había decidido no volver al cuarto, no quería que Luna se riera en mi cara de algo que ella obviamente ya sabía.

Según la señora Dolores las clases comenzaban en dos días así que no debía de preocuparme por una avalancha de alumnos en los pasillos. Tomé el pasillo poniente y comencé a inspeccionar las salas, solo pude verlas por fuera ya que estas estaban cerradas con pestilla. Todas estaban bastante ordenadas, y todos los pupitres eran de a dos, lo que me advertía que lo más probable era que ya todos tuviesen pareja, y que era irremediable quedar excluida en casi todas las clases, cosa que aparentemente no me causaba angustia, para nada, estaba de lo más complacida, no hacer amigos era mi tercer don, y con el único que no tenía problemas.

Antes de poder llegar al final del pasillo, topé con algo duro que dio justo en mi nariz, aturdida me enderecé inmediatamente para ver que era lo que me había dado en la cara, dudaba que fuera una muralla, no olía nada parecido al concreto.

En vez de una muralla había un chico que salía de lo normal, y era muy probable que tuviera mi edad. Su pelo era desordenado e igual de oscuro que el mío, sus ojos eran tan azules como el cielo, -no es que aquí tuviera ese tono, pero se parecía mucho al que había en mí otra ciudad.- y su piel parecía tan pálida como el marfil.

Éste se detuvo y me miró amenazadoramente, impúdicamente sus ojos penetraron los míos infundiéndoles temor. Pude advertir que mi piel se había puesto más pálida de lo que era, y que mis ojos dudaban el seguir contemplando tal belleza.

v Fíjate por donde caminas.- reclamó, con su áspero tono de voz.

v Lo siento.- me disculpé amablemente.

ÉL solo me miró con desprecio, y se plantó en el lugar considerando esperar a que desapareciera.

En ese mismo instante mi cerebro se aclaró, y mi miedo se tornó en incredulidad, furia y sobre todo en odio.

Le pedí a mi mente que se tranquilizara, lo que le costó bastante, pero que al fin pude hacer. Me corrí rápidamente del idiota ese, y caminé lo más normal que pude mientras veía su reflejo en la ventana que estaba al final del corredor, su vista todavía estaba puesta en mí, actitud que llegó incluso a incomodarme un poco.

Después de pasar por todo ese trastorno llegué al final del pasillo, donde había una portilla que conducía a un hermoso jardín, pero nada fuera de lo natural, porque absurdamente todo estaba lleno de verde en esta ciudad, y este lugar no era la excepción. Salí y respiré el húmedo aire antes de seguir adelante, todavía estaba un poco tiritona por mi encuentro con ese descortés chico guapo que tenía una personalidad del demonio, seguro que así nunca conseguiría una novia.

Entrecerré mis ojos en busca de algo para poder sentarme en ese agradable sitio, pero los árboles se veían tan grandes que daba miedo hasta acercárseles. Seguí buscando por el lugar, hasta que encontré otro túnel, aquel que me llevó al patio del internado, el que se alcanzaba a ver por la ventana de mi habitación. Esa cavilación me trajo nuevamente a Luna, esa noche me tendría que permitir si o sí en la pieza, ni que piense que por miedo me la pasaré en el pasillo, y tampoco es que se pudiese.

Un soplo de aire frío en la espalda me hizo estremecer, miré el cielo en busca de nubes que pudieran traer estragos, pero lo único que encontré fue un cielo nublado, sin ningún rastro de lluvia, al menos no por unas horas. Abracé mi cuerpo, y avancé por el fresco campus para sentarme en una de las tantas bancas del cercado.

Por mera costumbre elegí una banca que se encontraba lo bastante alejada de la multitud, en este caso de un grupo de chicos que parecían bastante felices de volver a encontrarse después del receso del primer trimestre. Al pasar al lado de ellos, se voltearon para mirarme, pero no me molesté en dirigirles ni una mirada, tampoco es como si fuera tan interesante conocer a la chica nueva.

Me senté en la banca que crujió en cuanto me dejé caer en ella, de seguro era tan antigua como todo en este funesto castillo.

Mi mente se despejó por un momento, me preguntaba cómo estarían mis padres, sé que en el último tiempo no habíamos hablado mucho, pero sabía que eso no significaba que ellos ya no me amasen, es más, los dos por separado me reclamaron que les diera noticias en cuanto me instalara en el instituto, pero no pensaba volver a la habitación a buscar mi celular, no quería ver la cara de burla de mi nueva compañera, por lo menos hasta que me obligaran a entrar a la habitación -porque el toque de queda era a las diez treinta de la noche-, hasta entonces Luna no sabría nada de mí.

Estiré mis brazos, y eché mi cabeza hacía atrás. Instintivamente me volví a la posición de ofensiva, algo había tocado mi cara, algo tan frío que hasta quemaba mi piel, miré hacía atrás para buscar al culpable, y ahí estaba, con una lata de refresco, sonriendo de lo más alegre.

v ¿qué haces aquí?- pregunté en tono desconsiderado.

v Solo quería pedir disculpas por la forma en que te traté...- dijo Luna, que estaba radiantemente arrepentida.- aunque debo decir que no eres nada fácil de tratar tampoco.

v ¿te vienes a disculpar o solo viniste a reprocharme?- inquirí todavía confundida.

La actitud de Luna hacía mí había cambiado radicalmente, pero podía intuir que no era falsa, para nada ¿por qué?

v No, solo a disculparme.- dijo sacudiendo la cabeza.- ¡ah! Casi se me olvida, toma, te traje esto.

Miré de reojo su rostro mientras me entregaba el refresco, pero no hubo vacilación, por lo que acepté la lata amablemente.

Luna sonrió al ver que le estaba tomando confianza, y tomo asiento junto a mí, pero esta vez la banca no crujió como yo creí que lo haría. Luna era más menudita que yo, aunque yo nunca había sido maciza ni nada por el estilo, solo era normal, cosa que me hacía pensar que tal vez había ganado peso. Miré instantáneamente mi estomago, pero no veía ningún bulto sobresalir, situación que sorprendentemente me impresiono, no es que quisiera parecer una súper modelo, pero eso no significaba que no me preocupase por mi cuerpo, creo.

v Gracias.- dije al recordar que no le había agradecido el gesto.

v De nada.- respondió Luna fijando su vista en mis ojos.- tienes unos ojos hermosos, no pensé que existiese alguien con ese tono... a menos que sean lentillas.

v Si, claro.- reí con sarcasmo.- como si quisiera usar lentillas, y de este color...

v Pues a mi me parecen muy lindos, no como los míos.- fijé mi vista en los suyos, y pude notar que los de ella eran tan raros como los míos, eran color verde musgo.- ya se que son raros, pero tu no puedes criticar, mas que mal, estamos en las mismas...

v Tienes razón, somos chicas de ojos anómalos.- musité volviendo mi vista hacía el cielo.

Luna también se estiró, y miro el cielo. Las dos en una improvisada mueca soltamos un suspiro unísono. Al darnos cuenta ladeamos la cabeza para mirarnos fijamente y soltar una carcajada que nos hizo revolvernos en la banca con gozo.

Cuando terminamos cansadas de tanto reír, miré hacía un costado, y pude ver el grupo de chicos a los cuales tanto había ignorado cuando había venido a sentarme. Estos estaban mirándonos anonadados. Las tres chicas que se encontraban dentro del grupo miraron con una expresión que pude identificar como intimidación, y los otros dos chicos solo contemplaban con expectación. Una rara reacción, pensé.

v Ahora que compartiremos habitación debo aclararte algo.- interrumpió Luna mis pensamientos.

v Ya se, no debo por ningún motivo tocar tus cosas.- repetí cansadamente.

v No, eso es lo de menos, no me importa.- dijo Luna riendo, pareciendo aún más linda, y cercana.- lo que quiero decir, es que debemos ser aún más próximas, me refiero a algo como amigas.

v No te entiendo, creí que no era de tu agrado...- sopesé por un momento la propuesta.

Nunca había hecho amigos, y todo gracias a mis extraños dones, pero de todas formas no me sentía mal por ello, de hecho desde el principio la amistad no estuvo dentro de mis prioridades. Pero por alguna razón que hasta para mí era desconocida Luna me parecía alguien en quien podía confiar.

v Talvez al principio fui desagradable, y así es con todos, pero... creo que tú eres diferente.

v Esta bien.- contesté interrumpiendo a Luna.

v ¿qué cosa?- inquirió confusa.

v Quiero ser tu amiga.- le declaré sintiendo algo parecido a la felicidad.

Luna me abrazó fuertemente, tan fuerte que hasta se me hacía difícil respirar.

v Que sepas, que eres mi primera amiga.- susurró la chica a mi oído.

v Entonces ya tenemos algo en común.- respondí avergonzada, y a la vez tratando de respirar, porque Luna todavía no deshacía sus brazos de mí.

v Bromeas ¿verdad?- preguntó Luna todavía encima de mí.

v Nop.- contesté con el aire que había almacenado en mis pulmones.

Luna se tensó, se deslizó hacía atrás con estilo, y me miró directamente al rostro.

v ¿también soy tu primera amiga?- inquirió con incredulidad.

v Si.- dije avergonzada.

v Y eso... ¿por qué?

v Pues es solo que nunca fue de mi interés personal tener amigas.- le informé, satisfecha con la respuesta, sabiendo que había omitido gran parte de la verdad, pero de todas formas no creía que si se la contará fuera a creerme.

v Sabes que no te creo, pero ya habrá tiempo para aclarar mis dudas.- dijo Luna, obviamente sabiendo que no obtendría nada más de mi, al menos no por ahora.

v Pero, dime algo.- continuó Luna con la sospecha pegada en la cara.

v ¿qué cosa?- cuestioné.

v Solo tenía curiosidad en saber ¿por qué tu actitud era tan irritada cuando entraste al Jardín Druedian? ¿fue por mi culpa?

v ¿Al Jardín Dru... qué?

v El jardín Druedian, es el que esta al final del pasillo de salas de clases, el que te trajo hasta acá.

v Ah! Ese...-¡!- ¿cómo sabes que estuve ahí, y cómo me encontraba?

v Eso es fácil, te seguí.- indicó Luna como si fuera lo más normal del mundo. Mi rostro le advirtió que no había sido una muy buena idea, entonces su actitud se volvió de completa piedad.- Lo siento, pero quería saber adonde te dirigías, pensaba que irías al cuarto a reclamarme por haberte engañado.

v Claro que pensé en eso, pero creí que sería más prudente hacerlo cuando me calmara.- mentí.

v Bueno, eso esta bien, creo... pero todavía no respondes mi pregunta.

v Bueno eso es irrelevante, fue un simple desliz.- farfullé empezando a sentirme nuevamente acalorada.

v Ya veo...- comenzó a decir Luna, cuando lo vi.

Ahí estaba el chico estúpido que me había sacado de quicio, el muchacho de belleza sobrehumana que no sabía tratar a los demás. No estaba solo, estaba acompañado por una chica igual de hermosa, rubia natural, y de una figura espectacular. Pero su actitud hacía ella indicaba notoria indiferencia, mientras que ella lo seguía con más que interés.

v ¿Cómo es que un chico tan guapo, puede ser tan cruel?- solté mientras miraba a la parejita alejarse hacía edificio principal.

v No lo sé...- contestó mi amiga aún confundida, siguiendo su propio río de cavilaciones.- tu sabes, hombres, nadie los entiende.

v Tienes razón...- contesté rindiéndome.

v Será mejor que entremos, va a llover, y lo que menos quiero es mojarme.- Luna se paró, y me tendió una de sus manos para levantarme.

v Estas segura, porque no lo parece...- indiqué inspeccionando las nubes que no habían cambiado mucho desde que había llegado.

De todas formas decidí no arriesgarme. Agarré la mano de Luna, la cual tiró de mí hasta que estuve de pie. Luna tenía fuerza, y no se molestaba en ocultarla.

Pasamos el portal del edificio principal para ir a ver si había algo para comer, estaba hambrienta, el refresco que Luna me había dado me había calmado un poco, pero ahora ya no resistía las ansias.

En cuanto traspasamos el umbral pude percibir el sonido de las gotas de agua reventado sobre los ventanales, miré a Luna sorprendida, mis cálculos habían fallado, según yo la lluvia no debía caer hasta dentro de una hora. Ahora, por otro lado también estaba el hecho de que Luna estuviese acostumbrada al clima de esta ciudad, pero en cuanto miré el patio, afuera, el grupo de chicos que se encontraba en las bancas, recién habían empezado a correr hacía la puerta del castillo, lo cual me advirtió que Luna lo había sabido sin tener en cuenta la “costumbre climática”. Miré nuevamente a Luna con más que asombro, ésta solo me devolvió una media sonrisa por encima del hombro.

Continué caminando junto a ella. A medida que avanzábamos me percaté que muchos de los chicos que se encontraban en el pasillo nos quedaron mirando con la misma expresión que había visto en los rostros de los chicos de las banca. Estaba segura que iba a algo más allá que la chica nueva, pero en esa situación me estarían mirando solo a mí, y ese no era el caso, ellos estaban mirando tanto a mi compañera como a mí. Tenía muchas ganas de despejar mis dudas al respecto, pero dejaría que Luna me lo aclarase después.

Me sorprendió descubrir que Luna y yo teníamos el mismo gusto por la comida, las dos habíamos escogido lasaña con crema de champiñones, ensalada mixta, y agua embotellada. La única excepción fuel el postre, Luna no había querido probarlos, mientras que yo aproveché de llevarme un pudín de Chocolate.

Nos sentamos en una mesa apartada, por lo visto también ambas guardábamos rastro de nuestra personalidad antisocial. Comimos en silencio por un momento, pero al notar la presencia la una de la otra, decidimos interactuar para no aferrarnos nuevamente a nuestra deseada soledad.

v Dime, ¿por qué es que todos se sorprenden cuando nos ven juntas?- indiqué todavía molesta por tantos mirones.

v No estoy muy segura, eres nueva así que una de las posibilidades es que tengan curiosidad por ti... u otra posibilidad es que estén curiosos por nuestra repentina amistad, ya que como tú sabrás, eres mi primera amiga.- concluyó Luna con un suspiro.- ¿satisfecha?

v No, no del todo.- contemplé sus ojos y pude ver la complicación en ellos.- ¿por qué es tan sorprendente nuestra amistad?

v Pues... es complicado, y vergonzoso.- murmuró llevándose una mano al entrecejo, elevó ligeramente la vista y me sonrió calidamente, yo le devolví la sonrisa, agradeciendo su compañía.- ¿te parece si te lo explico en la noche?

v Claro, cuento con eso.- contesté animosamente.

Me estaba ganando su confianza poco a poco, y nada significaba más para mí en ese instante.